Cuando Blake dijo "no te voy a dejar sola", lo decía totalmente en serio. Había estado toda la noche vigilandome desde una esquina de la habitación, se limitaba a leer un novela mientras yo fingía que si estaba concentrada estudiando.
- ¿Nunca estudias para los exámenes? - Pregunté.
- Estoy vivo desde antes de que ocurrieran las dos guerras mundiales, no tengo que estudiar algo que ya vivi - No lo estaba viendo, pero por su tono supe que estaba sonriendo.
- Engreído - Musite.
- Si te escuche - Su voz se reboto despacio, cerca, pero aún así decidi mantener mi vista en el libro abierto en mi escritorio.
- Era mi intención, engrei...- Solté un chillido cuando mi silla se dio vuelta bruscamente.
Blake tenía sus manos apoyadas en los costados de la silla, su cuerpo se inclinaba para estar a mi altura. Su expresión era seria pero se notaba que intentaba ocultar una sonrisa. Me maldije para mis adentros cuando empecé a sentir mis latidos acelerarse, sabía que el los escucharía y se iba a jactar del efecto que causaba en mi.
- Repitelo - Ordenó.
- Engreído - Repetí, marcando cada sílaba con mis labios.
Una sonrisa de lado provoco que bajará mi vista de sus ojos a sus labios, solté el aire que tenía acumulado involuntariamente. Una de sus manos se levanto a acariciar mi mejilla, corriendo un mechón de cabello rebelde. Mis piernas se movieron apenas por la impaciencia, la necesidad de besarlo se intensificó aún más.
- ¿No crees que deberías prestar atención al libro en vez de voltear a verme cada 5 minutos? - La diversión en su tono me irritó, en especial porque tenía razón.
Imposible concentrarse en la historia del mundo si te tengo al frente.
- ¿Quién dijo que no estoy prestando atención? - Ataqué, ignorando a mi conciencia.
Me dedicó una última sonrisa antes de alejarse de mi, inhale aire sintiendo que por fin podía respirar de nuevo. Blake se apoyo en mi escritorio tomando el libro en sus manos. Su posición era relajada, me detuve a detallarlo en mi mente por unos segundos.
Su camiseta negra resaltaba un poco su abdomen delgado, sus piernas estaban cruzadas. Una de sus manos sostenía el libro mientras la otra pasaba las páginas ojeandolo. No había notado hasta ese momento lo grandes que eran, y las pequeñas lineas irregulares que se marcaban por sus venas. Tragué saliva intentando recomponerme.
- ¿Cuándo terminó la seg-? - Preguntó.
- 1945 - Lo interrumpi. Mi corazón amenzaba con salirse de mi pechos.
- ¿Guerra fría? - Esta vez ya no mirama el libro, me miraba directo a mi.
- 1991 - Apreté mis nudillos mientras le sostenía la mirada. Clave mi vista en sus labios esperando la siguiente pregunta.
- ¿Invasión de Alemania a Polonia? - Dejo el libro con cuidado sobre el escritorio.
- 1939 - Mi voz se había cortado un poco, sentía la garganta seca y no podía quitar mis ojos de él - Te dije que estaba prestando atención.
- Detente - Sin pensarlo solté la fuerza que estaba haciendo con mis puños, pero rápidamente entendí que no se referia eso - No puedes mirarme así y esperar que no quiera lanzarte contra el escritorio, Alena.
Su voz sonaba suplicamente, su expresión era seria, y aunque su propósito fue que me detuviera, provoco el efecto contrario en mi. Me levanté de la silla hasta acercarme lo suficiente a él. Aunque estaba quieto sus ojos seguían cada uno de mis movimientos.
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Eternos Sagrados
FantasyEsta historia es para las adictas de los casos perdidos. Un comienzo en una ciudad que no conoces, con personas que se conocen de toda la vida puede ser un conflicto para Alena Vasilevsky, en especial cuando las cosas se tornan extrañas por los suc...