37."Jared está bien"

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37."Jared está bien"

Creo que nunca había visto a una persona conducir con tal desesperación.

Evan va por la carretera como un loco y me da incluso miedo que podamos tener un accidente, pero ahora lo importante es Dean. Llegamos al hospital en muy pocos minutos y, tras aparcar a toda prisa, subimos casi corriendo hasta el segundo piso, donde está la habitación de Dean.

En el pasillo nos encontramos a Linda, la madre de Dean, saliendo de la habitación.

-¡Linda! -exclamo, yendo hacia ella-. ¿Se puede entrar?

-Sí -contesta, claramente emocionada-. Pero no puede sufrir emociones fuertes. No le contéis lo de Jared ni nada que pueda alterarle, por favor. Está débil.

-Está bien -contesto, y entro en la habitación seguida de Evan.

Dean está comiendo de lo que parece ser una sopa tranquilamente, como si el muy hijo de perra no nos hubiera tenido muertos de la preocupación durante más de dos semanas. En cuanto se percata de nuestra presencia se gira hacia mí, y sonríe. No puedo evitar acercarme a él casi corriendo y abrazarle, haciendo que se queje un poco de lo fuerte que estoy estrechándole contra mí, cosa que me da igual.

-Maldito gilipollas, no sabes lo mal que me lo has hecho pasar -sollozo sin poder evitarlo, y puedo sentir su sonrisa aún cuando mi cara está escondida en el hueco de su cuello.

Cuando me separo de él soy un desastre con la cara llena de lágrimas y él me da un beso en la comisura de los labios.

-¡Eh! -se queja Evan, pero puedo ver que está bromeando-. No beses a mi novia así.

-Oh, así que por fin habéis decidido dejar de ser unos completos idiotas -dice Dean, y nos echamos a reír.

-Sí, supongo que sí -sonrío.

-¿No vas a darme un abrazo, perra? -le pregunta Dean a Evan.

Evan ríe y no tarda en estrechar al tatuado entre sus brazos. Cuando se separa, Dean está sonriendo, pero su sonrisa se esfuma de repente.

-¿Cómo está Jared? -pregunta ansiosamente, y se me cae el mundo encima.

Entonces se crea un silencio incómodo y muy, muy tenso. Oigo cómo Evan traga saliva y, cuando veo que los ojos de Dean se abren, seguramente dándose cuenta de lo que está pasando, me obligo a hablar.

-Jared está bien -miento con una sonrisa, intentando que no se note su falsedad.

-Y ¿dónde está? -pregunta-. ¿Cuándo podré verle?

-Eh... Todavía no puedes verle, descansa Dean -digo, y me giro para empezar a salir de la habitación.

-¡No me mientas! -la voz de Dean me para y me asusto al oír cómo los pitidos del electrocardiógrafo aumentan-. Sé que mientes, y sé que mamá mentía cuando me dijo lo mismo que tú. ¡¿Dónde está Jared?!

-Dean, por favor, cálmate, no debes alterarte -le suplico con la voz temblorosa.

-No, ¡dime la puta verdad, Sie! -grita en respuesta, y su voz se apaga de repente-. Está... ¿Está muerto?

-No, no lo está -le corta Evan, intentando que se calme ya que el pitido del aparato que mide sus pulsaciones está sonando cada vez más y más fuerte.

-¡Dejad de mentir! -grita Dean, y cuando estoy a punto de perder los nervio la puerta se abre y entran dos enfermeras corriendo.

-¡Salgan de aquí! -nos ordenan a Evan y a mí, y obedecemos inmediatamente, saliendo de la habitación justo después de ver cómo le inyectan un suero a Dean, que seguramente le dormirá.

Detrás de las cámarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora