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POV BECKY

DÍA UNO

Nunca debería haber accedido a este contrato…

Sarocha y yo todavía nos mirábamos fijamente. Me entraron ganas de dejarla a ella y sus ridículos negocios atrás, pero mi orgullo me lo impedía. Eso, y la promesa de cancelar mi contrato de trabajo.

Si hubiera sido mi verdadera prometida, habría bajado la guardia y le habría dicho que todavía estaba molesta por la forma en que nuestro compromiso se había filtrado en la prensa antes de haber podido urdir una historia que pudieran creerse mis compañeros de trabajo. Le habría hablado sobre todos los comentarios hirientes del estilo de «Ella ni siquiera es tan guapa» o «Ella ha salido con mujeres que están mucho más buenas que ella» que había visto en las redes sociales. Sobre cómo no me sentía en absoluto
preparada, y que estaba abrumada por haberme convertido de repente en el centro de atención con alguien que estaba más que de sobra acostumbrada a serlo.

La única parte positiva de todo aquello era que mis padres casi nunca veían las noticias ni leían las revistas. Me aferraba a la esperanza de que no se enteraran de esa farsa hasta que hubiera pasado mucho tiempo.

—Señoras y señores pasajeros del vuelo 6715 con destino a Blue Harbor, estamos a punto de comenzar el proceso de embarque en la puerta A17. Me saqué la tarjeta de embarque del bolsillo y observé el enorme anillo de compromiso que llevaba en la mano izquierda. Negaba con la cabeza cada vez que lo veía porque era extravagante, ordinario y nada parecido a lo que yo jamás hubiera imaginado llevar. Era un anillo con un diamante de cuatro quilates y otros pequeños brillantes de color rosado incrustados en dos esferas.

Sabía que el acuerdo era falso y temporal, y que la idea de que Sarocha se acordara alguna vez de que me encantaban las esmeraldas era una posibilidad muy remota, pero me sentía un poco ofendida por que no lo recordara.

En especial porque yo sí me acordaba de todo lo que mencionaba delante de mí.

—¡Ah, genial! —Brenton caminó hacia nosotros—. ¡Todavía siguen vivos! Ahora solo nos quedan cuatro horas de vuelo, así que ¿pueden tratar de conservar esta especie de cordialidad mientras no estén bajo mi supervisión?
—Espera, ¿qué? ¿No vas a sentarte en la misma fila que nosotros? —le pregunté.
—¡Ja! ¡Por favor! —Comenzó a reírse—. Yo no vuelo en comerciales, nunca. Además, tengo todos los
documentos originales y actualizados del acuerdo con Watson, y tengo que mantenerlos tan a salvo como
sea posible, ¿no crees? Solo he comprado un billete de avión para poder venir a despedirlas a las dos, pero me reuniré con ustedes a la recogida del equipaje, cuando aterricen.

Sarocha lo miró mientras meneaba la cabeza y yo dejé escapar un suspiro. Hasta ese momento no me había dado cuenta, pero Brenton siempre había sido el estabilizador perfecto entre las dos a lo largo de los dos años, la herramienta necesaria para evitar que nos matáramos entre nosotras.

O que cruzáramos la línea…

—Una reportera de Town & Country será la primera representante de la prensa que las reciba en Blue
Harbor —nos dijo—. Estará unos minutos con ustedes mientras se dirigen al hotel, y ya nos ocuparemos del señor Watson y del itinerario actualizado más tarde.
—Invitamos a todos los pasajeros de primera clase a embarcar en el avión en estos momentos — proclamó la azafata a través del altavoz.

Metí a Luna en su bolsa y me levanté. Fui hacia la puerta de embarque, pero de repente Brenton me agarró de la mano y me obligó a darme la vuelta.

—Espera un momento —pidió antes de sacarse una cajita del bolsillo—. Quería enviar esto de vuelta al joyero, pero me había olvidado hasta ahora. —Miró a Sarocha—. Dale el anillo correcto.

Novia por treinta días Freenbecky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora