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FREEN

DÍA VEINTIDÓS

El hecho de cerrar el trato con Watson no fue tan satisfactorio como creí que iba a ser. Se abrieron y
sirvieron botellas de champán, los miembros de la junta directiva ofrecieron varias rondas de aplausos en pie y Chankimha Industries fue el centro de atención de la prensa de negocios.

Pero faltaba algo: Rebecca.

Ahora que habíamos vuelto a Nueva York y que estábamos lejos del recóndito Blue Harbor, no estaba segura de cuál debía ser mi siguiente paso con ella. Todos mis pensamientos estaban ocupados con imágenes de ella encima de mí, pero no solo era el sexo lo que se estaba apoderando de mis días. Eran su risa, sus conversaciones y su sonrisa.

Y sus malditas novedades del día…

En los últimos días había estado tan ocupado con el señor Watson que todo lo demás, incluida Rebecca, había quedado en un segundo plano. Como me había obligado a permanecer a su lado y a proporcionarle información constantemente durante varios días seguidos, casi ni dispuse de una hora para mí misma.

Conseguía dormir solo unas tres horas al día, y le pedí el favor personal a mi equipo de que nunca más volviéramos a ir en busca de un directivo orientado a la familia.

O al menos de uno que fuera como el señor Watson.

Durante la quinta y última fiesta de celebración abierta al público, de verdad que esperaba que Rebecca apareciera, pero no lo hizo. Y durante los días que siguieron y en los que fui retomando de nuevo mi rutina diaria, no pude evitar pensar en cuánto odiaba ella su trabajo cuando estaba conmigo. Tenía serias dudas de que fuera a dejarlo todo para hacer cualquier tarea en la oficina o de que siquiera viniera a verme.

Comencé a llamarla, pero no sabía qué podía decirle.

Novia por treinta días Freenbecky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora