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REBECCA

DÍA TREINTA

A la mañana siguiente, cogí el ascensor hasta la última planta de Chankimha Industries esperando que Freen propusiera que nos acostásemos en su oficina para compensar el tiempo perdido.

Coloqué mi tarjeta de acceso sobre su teclado de seguridad, abrí la puerta y la vi sentada ante su mesa
de despacho. Tenía un bolígrafo en la mano y estaba leyendo un montón de documentos.

-Hola, Freen -le dije, sonriendo-. Ya estoy aquí.
-Ya lo veo, señorita Armstrong.
-¿«Señorita Armstrong»?
-Se llama así, ¿no? -Levantó la mirada y me observó, inexpresiva-. ¿Le importaría firmar la ejecución del contrato para confirmar que hemos cumplido con el plazo de treinta días y para que podamos comenzar con el proceso del pago por sus servicios?.

Le cogí el boligrafo de la mano, confundida, y firmé.

-Supongo que entonces he de decir que ya he cumplido con mi parte del trato. -Sonreí-. Gracias por acceder a esta escandalosa compensación financiera y por contratarme cuando tenía prácticamente ninguna o nula experiencia.
-De nada, señorita Armstrong -respondió con tono frío-. Puede dejar el anillo sobre mi mesa. No puede quedárselo. -¿Por qué estás siento tan...? -Negué con la cabeza y me saqué el anillo del dedo para después dejárselo sobre el escritorio-. Me aseguraré de que todas mis cosas estén recogidas antes de que acabe el día.
-Puedo hacer que lo hagan por usted, si cree que va a tardar más de una hora.
-No lo haré. -Me dolía y molestaba que, de repente, estuviera tratándome así-. Todavía puedo decirle las novedades del día, si lo desea.
-No lo deseo.

No me molesté en decir nada más, me limité a salir de allí. No estaba segura de qué demonios esperaba de ella al final de todo aquello. Me había colado por ella como una idiota, pensando que hablaba en serio cuando dijo que se había enamorado de mí hacía tiempo.

Dijo que lo nuestro era de verdad...

Fui a mi despacho, cogí una caja grande y coloqué dentro todo lo que quería llevarme.

Abrí los cajones y me di cuenta de que Freen me había robado otra vez los sobres de azúcar moreno.

Entonces vi dos cajitas de regalo que me había dado en nuestros «aniversarios» y las cogí. Todavía estaban envueltas y sin tocar, así que supuse que debía averiguar lo que me había regalado de una puñetera vez.

Abrí la roja, que era la primera y que pertenecía a nuestro primer aniversario. Era una carta escrita a mano y doblada.

«Querida Rebecca:
En primer lugar, feliz aniversario.
En segundo lugar, llevo sentado delante de esta carta durante un tiempo, y, si he llegado a conocerte de la manera en que creo que te conozco, probablemente no la abrirás hasta que hayan pasado unos meses. (Para entonces, de verdad espero que tus sentimientos hacia mí cambien). De todas formas, quería darte las gracias por ser la mejor asistente ejecutiva que he tenido nunca. Sé lo exigente que puedo llegar a ser, soy consciente de que en ocasiones soy controladora y me disculpo por el estrés adicional al que te has visto sometida con el trato Waldman.
Dicho esto, si de verdad quiero ser sincera, preferiría que no fueses mi asistente, que te tomaras un tiempo libre para estar conmigo de una manera distinta.
Eres la mujer más atractiva e inteligente que he conocido, y después de haber pasado tanto tiempo contigo, creo que estaríamos mejor como pareja que como estamos ahora, conmigo en una situación de poder sobre ti. (Aunque, para ser totalmente sincera, si alguna vez llegamos al dormitorio, definitivamente sí que adoptaré una situación de poder sobre ti...). Me gustas, te deseo y me gustaría tener una oportunidad contigo.
Si sientes lo mismo, házmelo saber y te liberaré de tu contrato de inmediato.
(Bueno, siempre y cuando me prometas que me ayudarás a encontrar una sustituta la mitad de buena que tú).
De no ser así, lo tomaré como un rechazo y me ocuparé de que nuestra relación siga siendo profesional.
Sarocha Chankimha
P. D.: Sí, sé que estás saliendo con alguien en estos momentos, pero dudo mucho que dure. No es el tipo adecuado para ti. (Yo soy mejor... en todos los sentidos)».

Me sequé una lágrima y abrí la segunda carta.

«Querida Emily:
En primer lugar, feliz aniversario.
En segundo lugar, estoy bastante seguro de que nunca has abierto mi primera carta. No me molestaré en hablar sobre ella de nuevo, porque todavía seguirá guardada en algún lugar de tu escritorio.
Ya hace dos años, y mi atracción hacia ti no ha disminuido. Se ha ido intensificando con cada día que ha pasado y con cada comentario que ha salido de tu boca sexy e ingeniosa.
Hemos viajado por todo el país juntos con la excusa del trabajo, pero en realidad preferiría que descartáramos el elemento «trabajo» de la ecuación. Preferiría que fueses simplemente «mía», y no «mi asistente ejecutiva». Mi oferta sobre liberarte de inmediato del contrato todavía sigue en pie.
Por favor, dime si tú sientes lo mismo...
Sarocha Chankimha
P. D.: Ahora mismo no estás saliendo con nadie, así que antes de que pierdas el tiempo con alguien más, sal conmigo...».

Volví a leer las dos cartas diez veces más mientras me maldecía a mí misma por no haberlas abierto en cuanto
me las dio. Me pregunté si ese era el motivo por el que se estaba comportando con tanta frialdad ese día, si de verdad pensaba que yo no sentía lo mismo por ella.

-¿Señorita Armstrong? -La encontré de repente en el umbral de mi puerta.
-¿Sí, señora Chankimha? -Utilicé el mismo tono frío que ella y dejé las cajas en el suelo.
-Parece que se está tomando su tiempo en sacar sus cosas de mi edificio -dijo, acercándose hacia mí
-. ¿Cuál es el problema? -Mi jefa se está comportando de nuevo como una capulla, y no estoy segura de por qué ni de cómo tengo que gestionarlo. -Me encogí de hombros
-. Supongo que he sido idiota, porque pensaba que
estaba enamoradoade mí.
-Y lo está. -Sonrió y me enjugó las lágrimas con las yemas de los dedos.

Entonces divisó las cajitas de los regalos de aniversario abiertas y volvió a sonreír.

-Tú, más que nadie, deberías saber que tu jefa canaliza el nerviosismo a través de la frialdad, en especial cuando está a punto de negociar un nuevo trato.
-No tiene tratos nuevos. -La miré a los ojos-. Cerró el último de este trimestre la semana pasada.
-No, todavía queda uno. -Me besó en los labios, y después hincó una rodilla en el suelo. Abrió una cajita despacio y mostró un anillo nuevo e impresionante con una esmeralda. Sus ojos se encontraron con los míos.

Jadeé y esperé a que dijera algo, pero no hubo palabras. En lugar de ello, se sacó un folio del bolsillo de su pecho y me lo pasó.

Condición previa a la proposición de matrimonio

«La exjefa», Sarocha Chankimha, desearía que «la exempleada», Rebecca Patricia Armstrong, suscribiera el presente contrato con anterioridad a la proposición de matrimonio oficial.
El presente contrato representa el compromiso por parte de Rebecca Patricia Armstrong de aceptar la oferta de Sarocha Chankimha de follar con ella en su despacho durante el resto del día. (Asimismo, aceptará que han perdido dos años de polvos por haber mantenido la relación empleador-empleada, con lo que su futuro matrimonio estará repleto de «polvos de casados» y «polvos de compensación»).

En testimonio de lo cual, ambas partes firman y sellan el presente a fecha de hoy.

La miré y reprimí una carcajada. Entonces, cogí un boligrafode mi mesa y firmé el contrato en un visto y no
visto. Se lo pasé, y ella me agarró de la mano.

-Rebecca Patricia Armstrong, te quiero con todo mi corazón, y te he querido desde hace mucho tiempo -
anunció-. Quiero estar contigo otra vez, y quiero que sea más de treinta días. -Hizo una pausa-. Eres la única persona con la que estoy deseando conversar todos los días, la única con la que de verdad me gusta estar durante todo el tiempo, y si me das una oportunidad fuera de la oficina, haré todo lo que pueda, cada día de mi vida, por demostrarte que es conmigo con quien debes estar. -Tragó saliva-. La última vez que te lo pedí, dijiste que no, pero... Rebecca Patricia Armstrong, ¿quieres ser mi esposa? -Sin dudarlo. -Asentí
-. Sí.

Se levantó y, con suma lentitud, me deslizó el anillo en el dedo para después acercarme a ella y besarme como solo ella sabía hacerlo.

-¿Cerramos la puerta ya? -le pregunté, casi sin aliento.
-Dentro de un minuto -respondió, sonriendo mientras se sacaba otro folio del bolsillo del pecho-. Quiero hacer una enmienda al contrato que acabas de firmar.

Sonreí.

-¿De verdad tienes que hacerlo ahora?
-Sí. -Se rio y me volvió a besar-. Justo ahora.

Fin.

Hemos llegado al tan esperado final gracias por llegar hasta este momento por ser pacientes, feliz año nuevo a ustedes ❤️🎄

Novia por treinta días Freenbecky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora