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POV BECKY

-Llegas tarde, otra vez. -Jenna levantó la cabeza para mirarme cuando entré en la sala de relajación -. Llevo esperándote dos horas.
-Lo siento. -Me solté el nudo del albornoz y tomé asiento en la esquina del baño de minerales-. Me olvidé de una reunión a la hora del almuerzo que tengo mañana y tenía que asegurarme de que contaba con todos los documentos necesarios.

Ella negó con la cabeza.

-Tienes que decirle a tu jefa que te mereces una extra y un aumento adicional por todo lo que haces.
-Ya soy la asistente ejecutiva mejor pagada de la ciudad.
-Todavía no es suficiente -dijo mientras se recogía el pelo en un moño-. ¿Estás segura de que no le importa que nos gastemos hoy diez mil dólares en una sesión de spa?
-Totalmente. -Coloqué mi teléfono dentro de una toalla y me tumbé sobre las piedras calientes-. Estoy segura de que se va a emocionar cuando reciba la factura.
-Así que supongo que estás intentando que te despidan. -Sí. -Me reí-. Pero creo que al fin me he dado cuenta de que no va a dejar que me marche hasta que mi contrato se acabe.
-Podría ser peor. -Se encogió de hombros-. Podrías ser yo y continuar tratando de encontrarte a ti misma. Al menos tú tienes algo estable.

La observé perpleja. Mi hermana estaba viviendo a tope la fantasía de «chica llega a Nueva York y se apodera del mundo». Era una música de renombre y pasaba los días componiendo canciones para las obras de Broadway y para artistas de manera internacional, haciendo críticas sobre conciertos por las tardes y ganando un montón de dinero cada vez que decidía coger su chelo y dar un concierto privado.

Pero, claro, las noches las pasaba recogiendo a extraños sexis en los bares de élite y no me dejaba pegar ojo con sus gemidos.

-Deja de mirarme así. -Me salpicó agua y se rio-. Cambiaría mis talentos musicales por tu cerebro de
abogada en cualquier momento, sobre todo si con ello consigo trabajar bajo las órdenes de Sarocha Chankimha
todos los días.
-Sabes que es la mujer más exigente del planeta -repliqué-. No es lo que parece en absoluto.
-¿Y? Eso no quiere decir que no me encantara estar a su lado todo el rato. Quizá deberías probar a acostarte con ella. A lo mejor con eso consigues deshacerte del contrato.

Suspiré exasperada. A pesar de la tensión densa y palpable que existía entre Sarocha y yo desde mi primer día, dudaba mucho de que ninguna de las dos fuera a traspasar nunca esa línea.

Era cierto que había habido momentos en que sentía que me miraba de una forma extraña, momentos en los que me
sentía feliz de que se quedara a trabajar hasta tarde conmigo, pero aparte de alguna que otra indirecta
sarcástica por aquí o por allá, lo nuestro siempre había sido platónico.

-Voy a pasar por completo de la idea de tirarle los tejos a mi jefa.
-Imaginemos que no fuera tu jefa: si fueras solo amigas y tratara de lanzarse, ¿la dejarías?

Sin dudarlo...

-Nunca.

-Interesante. -Puso las manos bajo una de las fuentes-. Bueno, en la próxima edición mensual de la revista Adoro a mi gemela idéntica necesito que te hagas pasar por mí y seas la anfitriona en la recepción del Gershwin Theater. Solo tienes que aparecer durante unos veinte minutos, presentarte como si fuera yo y tomar unas cuantas fotos.
-Lo haré si tú te haces pasar por mí otra vez en mi sesión de actualización para empleados de finales de año. Detesto que tengamos que pasar más de dos horas escuchando discursos sin sentido para recibir una placa nueva con nuestro nombre.
-Hecho. -Sonrió-. Por cierto, probablemente traiga a otro chico esta noche a casa, así que puede que quieras ponerte unos auriculares. Y antes de que me preguntes, sí, lo conozco. Es el gestor de un fondo de cobertura de riesgos.
-Los gestores de fondos de cobertura son la escoria de Wall Street. ¿Cómo se llama?
-Le pediré que me lo recuerde cuando venga.

Meneé cabeza y le lancé una esponja de lufa. Antes de que pudiera decirle que estaba un pelín celosa de la vida sexual que estaba experimentado últimamente, mi teléfono comenzó a sonar con la melodía que tenía reservada para la señora Chankimha.

Uf...

Lo cogí y le di a ignorar.

Pasados unos segundos, volvió a llamar.

Le di de nuevo a ignorar y le envié un mensaje.

Estoy ocupada en un circuito de spa de diez mil dólares ahora mismo. No puedo responder.

Apagué el teléfono y lo deslicé por el suelo. Después volví a meterme dentro de la espuma del jacuzzi, cerré los ojos y me recosté sobre el banco que había bajo el agua.

Estaba comenzando a quedarme adormilada cuando sentí que alguien me daba unos golpes en el
hombro.

-¿Sí? -Abrí los ojos y me encontré con una empleada del spa mirándome-. ¿Ocurre algo?
-En absoluto, señorita Armstrong. -Me tendió un teléfono-. La señora Chankimha ha llamado y ha pedido hablar
con usted.

Pero qué...

Le cogí el teléfono de la mano y me lo llevé al oído.

-¿Sí, señora Chankimha?
-Dijiste que ibas a realizar solo una sesión de mil dólares -dijo-. El gerente ha dicho que vas de camino de los once mil.
-Pretendo quedarme hasta que cierren, así que creo que llegaré a los veinte.

Soltó una carcajada.

-Necesito que vengas a mi suite del ático mañana por la mañana, a las seis -continuó-. Es de suma importancia.

Me erguí un poco.

Cada vez que me pedía que fuera a su ático a horas intempestivas significaba que algún empleado lo había traicionado o le había robado. Y sus planes para igualar el marcador eran completamente despiadados.

-¿Alguien ha hecho algo a tus espaldas otra vez? -pregunté-. Puedo empezar con el papeleo de
despido esta misma noche.
-Es sobre ti.

¿Qué?

-Yo nunca te he robado nada.

-Nada excepto mi paciencia. -Su voz sonaba firme-. Vinnie pasará a por ti a las cinco y media. No lo
hagas esperar. Y recoge los archivos de Rosenberg en Syntec cuando vengas de camino, además de mi
café y el bollo. Intenta no beberte la mitad como haces siempre, o al menos hazlo con mayor discreción.

Odiaba el sonido de su voz; incluso cuando se portaba como una cerda exigente, seguía poniéndome a cien.

-Con todo mi respeto, podrías haber esperado para realizar esta llamada después de mi sesión de spa.

-Con todo mi respeto, sabes que no soy de las que esperan.

Y colgó.

Novia por treinta días Freenbecky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora