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BECKY

DÍA CATORCE (Y QUINCE)

Caí rendida encima de Freen después de tener el quinto orgasmo del día, el que hacía veinte con ella en total.

En cuanto volvimos a su habitación en la fiesta de cumpleaños, les había enviado mensajes a su familia
y a Brenton diciéndoles que necesitábamos trabajar en privado durante un par de días sobre algo «de extrema urgencia». Después, había cerrado la puerta y me había follado contra toda superficie posible hasta que no fui capaz de continuar.

Entre nosotros había escasa —si no nula— conversación: nos limitamos a liberar la tensión sexual reprimida durante dos años y a disfrutar de orgasmo tras orgasmo.

—¿Estás bien? —me susurró.

Yo asentí, aunque todavía me notaba débil.

—¿Quieres que salgamos de la habitación hoy?

Negué con la cabeza, y ella se rio.

—Bueno, pues tendrás que hacerlo —afirmó—. Luna se ha quedado sin nada de comida ni agua.
—Pensaba que se había quedado en la fiesta cuando nos marchamos…
—Supongo que logró encontrar el camino hasta aquí, de alguna manera. —Me besó en la frente—. Estoy segura de que Samantha vendrá a buscarla pronto.

Quería reírme, pero mi cuerpo me dolía todavía demasiado. Hasta me costaba mantener los ojos
abiertos.

—Espera. —Deslizó las manos por debajo de mi cuerpo y colocó mi cabeza sobre su pecho—. ¿Mejor?
—Mucho. —Me aclaré la garganta—. Solo para que lo sepas, estar comprometida contigo no ha sido del todo horrible.

Ela se rio.

—Bueno, solo para que tú lo sepas, traté de liberarte del contrato dos veces. Me acarició el pelo con las manos.
—¿Qué? —Abrí los ojos de repente—. ¿Cuándo fue eso?
—Después del primer año conmigo, y, de hecho, unos días antes de este nuevo acuerdo, también. Fue después de tu supuesta cita con el médico.
—¿Es posible que hayas soñado que lo hicieras? —Traté de sentarme, pero me sujetó contra su pecho—. Estoy bastante segura de que habría saltado de haber visto la más mínima posibilidad, en especial si fue ese día.
—Yo también lo creía. —Sonrió—. Pero fuiste tú quien rechazó mis ofertas, así que supuse que querías seguir siendo mi asistente. Mi mejor asistente ejecutiva.

Antes de tener la oportunidad de preguntarle de qué demonios estaba hablando, ambas nos giramos hacia la puerta al escuchar los sonidos de unos pasitos que se acercaban por el pasillo.

El pomo de la puerta se giró despacio y Samantha entró sonriendo.

—¿Puede salir Luna a jugar conmigo ya?

Novia por treinta días Freenbecky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora