15

5.6K 562 3
                                    

FREEN

DÍA SEIS (Y SIETE) (Y OCHO) (Y NUEVE)

MI HERMANO: Brenton te ha convencido para que montes esta mierda de visita familiar repentina, ¿verdad?
MI HERMANO: Ten un par de cojones y dime la verdad. ¿Lo tuyo con Rebecca es real o es otro invento de Brenton/Wall Street para cerrar otro trato comercial perverso de los tuyos?

—Dame tu teléfono —dijo Rebecca, alargando la mano para cogerlo justo cuando borraba el último mensaje de mi hermano—. Se supone que hoy vamos a ensayar la historia de cómo nos enamoramos, y lo único que has hecho ha sido comprobar tus mensajes.
—Lo único que has hecho tú ha sido holgazanear en mi barco durante cuatro días seguidos. —Dejé mi teléfono y la miré.

Estaba recostada en el suelo con un brillante vestido veraniego de color rojo y observaba cómo Samantha fastidiaba a Luna con un yoyó azul justo frente a nosotros.

—Que yo pase cuatro días en tu barco no es la cuestión, Freen.
—¿Y cuál es?
—Que Watson llegará mañana. —Se ajustó las gafas de sol—. Y tienes que darle una buena impresión si quieres cerrar el trato.
—Soy consciente de ello.
—¿Entonces ya te has aprendido de memoria nuestra historia de amor?
—En absoluto —le respondí—. Voy a improvisar.
—Así que sí que te la has aprendido. —Se rio y se tumbó de nuevo sobre la superficie del barco, mirando hacia el cielo—. Estoy deseando escuchar tu dramática interpretación.

Miré cómo los rayos del sol le bañaban la cara. A sabiendas de que no debería, le saqué unas cuantas fotos con el móvil.

—Tengo que preguntarte algo —le dije.
—Te escucho.
—¿Qué te hizo pensar que estaba saliendo con Samantha Hendrix?
—Solo se habla de eso en Page Six, igual que lo hace todo el mundo.
—¿Y qué decían?
—Lo de siempre —dijo con suavidad—. Que estaba claro que ibas a ser la soltera del año de nuevo, y que ella era otra supermodelo más que añadir a tu lista.
—Qué interesante.
—¿Lo es? —Se giró para tumbarse boca abajo.
—Sí.
—¿Y es verdad?
—No. —Me eché sobre el suelo y la coloqué entre mis piernas
—. Seguro que ya lo sabías. Cuando empecé a trabajar para ti ya te habías labrado una reputación —replicó—. No me sorprendería. Puedes viajar cuando quieras y donde quieras, y puedes salir con quien se te antoje.
—Nombra algún viaje durante el último año y medio en el que tú no me hayas acompañado. —Le acaricié los labios con el dedo—. Y después dime alguna vez en que te haya mencionado que estaba saliendo con alguien.
—Bueno, eso no quiere decir nada, pero… —Se quedó callada durante unos instantes—. La verdad es
que no recuerdo ninguna.
—Porque lo cierto es que no hay ninguna. —La estreché contra mí y la besé hasta mucho después de que se pusiera el sol, deseando que no hubiese nadie más en ese maldito barco que nosotras dos.

Novia por treinta días Freenbecky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora