1 Introducción.

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Era lo mismo cada día, correr para evitar que los guardias del pueblo lo arrestaran, por el solo hecho de querer comer.

-Cuidado muchacho!!- 

-Oye, tiraste mis semillas!!- 

Miraba atrás cada 10 pasos, viendo que cada segundo se le acercaban más.

-Mierda- masculló.

Apuro el paso y opto por ir donde él sabía, los guardias no entrarían, los estrechos pasajes, que el pueblo ofrecía, esos que eran nido de ladrones, y prostitutas.

-Detente ahí, Baby!!- sonrió y sacó la lengua, ni loco hacia esta estupidez, salto un par de rejas, para después subir a los techos, donde ya los hombres, bastante cansados, desistieron de seguirlo, ya era riesgo estar en aquel lugar como para arriesgarse más, por solo tres panes y dos manzanas- maldito mocoso-

-Ya caerá Kai, mejor volvamos, este lugar me da escalofríos- tocando el hombre de su amigo para después comenzar a salir.

-Cobardes- dijo el pelinegro mirándolos desde las alturas, mientras mordía una de las manzanas que había robado.

Se levantó y comenzó también su regreso a casa, pasando con calma por los tejados, era liviano como una pluma y ágil como un gato, por lo que su presencia por los techos pasaba desapercibida para los moradores de las casas.

Salto un par de veces hasta que llegó una especie de casa escondida entre dos edificios, movió el tablero que era su puerta y luego de entrar lo volvió a acomodar, 

-Hogar dulce hogar- dijo al viento de forma sarcástica- este lugar cada día se cae más a pedazos- mirando las paredes y el techo, ese que era de lonas y ramas.

Dejó las cosas en lo que era su cama y se tiró sobre las mantas, con su pie descalzo movió las "cortinas" mostrando la vista que tenía del pueblo de Joseon, del Este.

-Será que algún día saldrá de esta maldita miseria?- dijo mirando el cielo, ese que mostraba las primeras estrellas, ya que la noche estaba comenzando a caer- como desearía poder tener todo lo que quiero sin tener que robarlo- suspiro.

Park Jimin no tenía nada, ni sueños, ni anhelos, incluso por momentos, ni ganas de vivir.

Vio aquella estrella pasar fugaz, y cerró los ojos.

-Deseo poder ser feliz sin lastimar a los demás, y de paso ayudar a quien lo necesite- 

¿Qué si los deseos se cumplen? Si luchas por ellos, sí, aunque algunas veces, alguien ajeno pueda ayudarte a lograrlo con solo tronar sus dedos.

Se estrelló con todo en aquel bosque, dejando una estela de fuego a su paso, se había cumplido el ciclo de los mil años, era tiempo de que un mortal tuviera la mala suerte de toparse con él.

Suerte fue que quien lo hiciera fuera aquel animal salvaje que, tentado por el aroma, lo cargó en su hocico, hasta su guarida, misma que fue atacada por otros animales que lo tomaron y lo llevaron hasta la cima de un árbol, de donde cayó justo delante de aquel aldeano, qué curioso lo tomo creyendo que era licor, pero no la botella estaba vacía, así sin más la arrojó al agua donde navego por días hasta llegar a las orillas de Joseon del Este.

Fueron unos niños los que lo tomaron para guardar agua, aunque esta sabia mal luego de beberla, así que sin más, solo la dejaron en el suelo a la espera de que algún alma, notara lo que realmente era.

Que aquel joven se tropezara con ella y cayera al suelo, haciendo que así los guardias al fin lo capturaran, fue solo mala suerte, la tomó y guardó en su ropa con la intención de usarla para escapar de la celda, sin siquiera imaginar que al frotarla, un nuevo mundo brillará a sus pies.

-Pero que!?- 

-Hola amo, mi nombre es Suga ...- y es que así comenzaba la aventura más grande de su vida

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