10 Huevos.

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En solo días, pasó de ser alguien más, a "ese alguien" respetado y admirado más que la misma familia real, todos buscaban de alguna forma caerle en gracia a Min Yoongi, el benefactor de la parte este del reino de Joseon del Este.

Es que no importó cuánto tratara Suga de convencer a su amo de tomar su lugar frente a la gente, Jimin siempre se negó, él era un don nadie, aparecer con dinero hasta para regalar solo llamaría la envidia y que buscarán saber, ¿cómo? Y por ende saber de Suga y su magia.

Ahora tomaban sentido, las palabras de su amo, gastar los deseos sabiamente, casi en 8 meses el menor había cumplido los sueños de muchos con solo un deseo, ¿podía ser más sabio que eso?

—Gracias, Joven Min, de verdad muchas gracias — 

—Tranquilo, solo dele un buen uso —dijo amable, lo vio asentir y caminar con la sonrisa más grande en sus labios, y la emoción en sus ojos.

Giro dándose de lleno con los ojos del menor, que se paseaban sin descaro sobre su persona, se acercó lento, moviendo su cuerpo como un gato, hipnotizando a su presa.

—Tus ojos piden algo, que tu boca no quiere decir —susurro una vez estuvo a su lado, la sonrisa creció volviéndose una risa traviesa.

—Te quiero a ti —coqueto. Suga sonrió ladino.

No había recuerdo en su infinitamente, que causara lo que hacer el amor con Jimin causaba, había visto y vivido cosas que los humanos normales solo sonaban, pero nada, se compraba con el simple hecho de estar así, pegado a quien dejaba esas palabras dulces en su oído, marcas en su espalda y esas mariposas en su pecho.

—Su, Suga... —

Llegó a los pomposos labios del menor y los beso, con pasión, mientras buscaba llegar más profundo, tocar ese punto que nublaba la razón de su pareja.

¿Y Jimin? 

Se perdió en el placer, los gemidos se volvieron súplicas en el oído de quien cumpliría todos esos deseos que el menor no podía, hacerlo delirar entre sus brazos, quemar sus entrañas con cada embestida, dejar esa suave piel llena de sus besos y esas marcas que el menor luciría con orgullo.

—Te quiero, Jimin — sonrió— Te quiero, te quiero, te quiero... —

—También te quiero — con el rubor más marcado en sus mejillas, y ese sentir lindo que lo volvía especial, Suga lo hacía sentir especial.      

Mientras en el palacio, la última reunión entre los reinos de Norte y Este se llevaba a cabo, tratando los últimos puntos antes que cerrar el trato y comenzar a sí una nueva era para ambas Joseon.       

—Espero que su estadía en el reino haya sido agradable, majestad Namjoon —

—Lo fue, joven Hoseok, su reino es hermoso y tiene una riqueza única en su gente, jamás había visto aldeanos tan felices y tan prósperos — Tae miró a Jin, quien con un gesto le dio a entender que debía comportarse.

—Sus majestades se esfuerzan mucho para que todo funcione como debe ser, tener a la gente feliz, viviendo y haciendo más grande nuestro imperio — 

—Así veo, sus majestades Kim los criaron bien — Tae sonrió ladino, no tenía algún recuerdo de sus padres, siendo eso, padres, por el contrario, todo era discusiones y malos tratos debidos a las infidelidades de su padre y al consumo de alcohol de su madre, dejándolos a ellos, en medio de esa guerra, de no ser por Jin el reino y sus propias vidas se habrían caído a pedazos.

—Padre, ¿qué posibilidades hay de que me quede en Joseon del Este por un tiempo? —los ojos de todos se fueron sobre Jungkook, quien se mantenía concentrado en su plato.

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