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2010

Max

Mis padres se divorciaron. Fue un alivio, ya que mi madre se quedó con la custodia y él se fue de casa, pero lo tenía que seguir viendo en los campeonatos. Es decir, siempre. Me habían cambiado de colegio para hacer la secundaria, vería a Diana aún menos. Solo si tenía la suerte de cruzarme con Michael podría ir con ella. Él era el que me venía a buscar porque se ofrecía a recogernos a Diana y a mí. Y eso ya casi nunca pasaba. Cosa que provocó el distanciamiento entre ambos, y eso dolía porque nos queríamos demasiado como para abandonarnos. Ojalá hubiera podido ir a mi antiguo colegio a buscarla, porque podía con la tarjeta del bus, pero no me daba tiempo por mi horario. Si a mí se me ocurría presentarme, no llegaría a tiempo a casa y mi madre se enfadaría porque estaría preocupada. Un día cogí el coraje suficiente para pedirle permiso para hacerlo. Ella me miraba desde la mesa del comedor con mirada analista.

–Jope, ¿puedo o no? ¡Deja de mirarme así!

–¿Qué pasa?

–Mamá, ¿qué coño te acabo de preguntar...? –me pellizqué el puente de la nariz.

–¡Ese lenguaje! Y sí, puedes ir. Solo si estás aquí para comer.

Asentí y sonreí. Me sonrió también.

–Y espero que te dé el tiempo, porque tú padre vendrá a buscarte para practicar –dijo cuando ya me iba a mi habitación. Me di la vuelta con la cara pálida.

–¿Se puede saber por qué ese gorila debe seguir en mi vida? –la miré. Tengo que decir que una buena parte de mi vocabulario se me había pegado de los mecánicos.

–... Porque es tu padre y por ley debes verlo. Podría denunciarnos –me subió toda la rabia de golpe.

–¡¿A nosotros?! ¡Nosotros somos las víctimas! –grité molesto.

–Lo sé, mi vida. Pero sabes cómo es tu padre.

–Ojalá hubieras tenido mejor ojo para los hombres.

–Ya...

–Yo solo quiero volver a cuando me dejabais ver a Diana todos los días... –Diana era la razón por la que volvía contento, porque sabía que ella aún me quería.

–Nadie te prohíbe nada.

–... También es verdad que ella no se preocupa en intentar verme –y eso me dolía.

–Tal vez nunca te quiso como pensabas.

Dentro de mi algo se quebró con esas palabras.

–... Tienes razón. ¿Sabes? Nunca ha venido a verme a una carrera, ni tampoco ha querido mantener demasiado el contacto –fue como si me dieran un golpe en la cara y empezase a darme cuenta de todo.

–Pues ya está, sigue tu camino. Conocerás miles de personas a lo largo de tu vida. Eres joven.

–Lo sé.

Me enfoqué tanto en mí mismo que solo me veía a mí. Cada carrera que ganaba, subía más, me hinchaba de satisfacción y de ego. Me sentía intocable. Las carreras se volvieron un escape, me quedé estudiando en casa siempre, haciendo tareas como un loco y yendo a correr. Mi padre estaba contento. Por primera vez en años lo veía contento. Aunque luego, si la cagaba, sus castigos eran demasiado fuertes, pero no me importaba. Bueno, en realidad si lo hacía, pero conseguiría lo que quería, sería campeón del mundo. Unos años más tarde, en dos mil quince, llegué a la fórmula uno. En Toro Rosso. Con el hijo de Carlos Sainz a mi lado como fiel escudero. Porque yo tenía que ser el héroe, no iba a ser yo el que estaría a la sombra.

𝐦𝐚𝐝 𝐦𝐚𝐱: 𝐥𝐨𝐬 𝐠𝐚𝐧𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora