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Diana

Me quedé en Holanda tras esa inesperada visita y despedida. No podía arriesgarme a aparecer por allí y ver a ese hombre. Me daba pavor. Solo podía pensar en cómo estaría Max. En si dos meses después aun seguía pensando en mí. Yo seguí en pie con el embarazo, no iba a abortar. Tuve esa conversación con mi madre y me pidió perdón por todo y volvió a estar en mi vida. Ambos y mi mejor amiga Mayla venían y me acompañaban a hacerme las pruebas necesarias y las ecografías. Habíamos recuperado la amistad y volvía a estar en mi vida.

Alguna vez veía las carreras de la fórmula uno. Era 2022 y aún me volvía loca pensar en que podría estar con otra y haberme olvidado. Solo esperaba que sus palabras fueran reales. Me fijé en que iba en cabeza en el campeonato. Estaba rozando el trofeo de campeón del mundo. Estaba orgullosa de él. Lo veía muy triste, enfadado, solo. No era él. En las carreras solo podías ver un casco que se movía tan poco que parecía estar vacío. Su padre lo había cambiado para mal. Lo había destrozado por completo, le había quitado todo lo que le hacía feliz. Y siempre estaba allí, presente. No había ser más odioso que Jos. Quería llamarlo, pero me saltaba el contestador siempre. De hecho, en el momento que estaban enfocando el garaje, decidí llamar. Era Jos el que se encargaba de colgar. Hijo de la gran puta.

–¡Lo odio!

–Yo también –menciona mi padre.

–De verdad... –suspiré.

–Con lo que había cambiado Max...

–Literal –habla mi amiga.

–¿Dónde está, por cierto? –pregunta mi padre.

–Yo que sé.

–¡Ahí! ¡Mira! ¡Con el de rojo! –señala May.

–Con Carlos. Son muy amigos.

–No se le ve buena cara, la verdad.

–Normal.

–¿Está llorando? –mi padre enfocó la vista.

–No puedo verlo –aparté la vista.

–No, no está llorando, pero está muy... no sé. Parece un alma en pena.

Suspiré. Odiaba verlo así de mal. Odiaba vernos mal. Odiaba tan solo no poder acercarme a él. Y él no sabía que yo lo seguía buscando porque su padre controlaba todo lo que él hacía. Me encantaría poder decirle que nuestro bebé seguía adelante y que estaba creciendo en mi barriga. Escuchar su voz otra vez que no fuera por la tele, que me estuviera hablando a mí. Estaba convencida de que él me buscaba también pero que no le dejaban encontrarme. Necesitaba sentir sus besos, sus abrazos, a él. Quería sentirlo conmigo. Me iba a morir de la pena. Por suerte, Dani y Seb seguían en contacto conmigo.

–Lo echo tanto de menos.

–Puedo ir a buscarlo, a mí no me conocen de nada –dice Mayla mirándome–, no me importa.

–No te preocupes, reina.

–Diana, hace meses que no te ríes.

–Poco a poco.

Max por lo menos había ganado el premio de Singapur. Solo parecía ser feliz en los podios, pero todo era fachada, cuando le enfocaban en la cara, sus ojos hablaban por sí solos.

Max

–Enhorabuena, Max –me dijo Horner–. Hace mucho tiempo que no te veo bien, ¿me quieres contar porque no está Diana por aquí trabajando y contigo?

–Ponlo en la vitrina con los demás –le entregué mi trofeo.

Él se me quedó mirando con mi trofeo en las manos como un pasmarote. Suspiré.

𝐦𝐚𝐝 𝐦𝐚𝐱: 𝐥𝐨𝐬 𝐠𝐚𝐧𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora