18

69 6 6
                                    

Max

Me encantaba la relación que tenía con Diana ahora. Podía ser cariñoso y estar pegado a ella como nunca, a ella le encantaba. Nos pasábamos el rato juntos aunque la cuarentena ya hubiera acabado. En cuanto nos hicieran el anuncio tendríamos que volver al trabajo, pero yo quería seguir estando con ella.

–¿Recuerdas que voy a trabajar en Red Bull, no?

–Es cierto... –sonreí.

–Tonto.

–Tu tonto.

Ambos sonreímos. Los demás no se esperaban que yo apareciera por allí de la nada, con ella de la mano. Era una sorpresa para todos. Estaba totalmente seguro de que reaccionarían como nadie. Creía que me estaba empezando a enamorar de ella. Y no sabía si eso era bueno o malo. Bueno, porque la quería, y malo, porque mi responsabilidad afectiva era mínima.

–¿Ya estáis bien?

–Mejor que nunca –sonreí.

–Me alegro.

–Creo que la quiero más de lo que pensaba.

–Cuídala –me mira Lando.

–Claro que lo haré –lo intentaré con todas mis fuerzas.

–Bien –me sonrió.

–Me ha costado mucho estar bien con ella, no quiero que eso vuelva a pasar...

–En tus manos está no volver a lastimarla.

–... Creo que la amo.

–¡Max se ha enamorado!

–¡NO! ¡CALLA!

–¿Mad Max enamorado? –ríe Hamilton–, pensaba que eras un tío duro.

–Y yo, y yo.

–Te gusta, admítelo.

–Que me gusta es obvio, pero me da miedo amarla. Yo no sé amar.

–No hay nada que temer, el amor es bonito.

–Si lo hay, yo no sé cómo se ama a alguien, no quiero hacerle daño otra vez.

Mis miedos estaban en lo correcto, lo haría, pero no sería tan estúpido como para no hacer todo por recuperarla.

–Pues simplemente haz las cosas bien. Es la única que siempre ha preferido perdonarte para no perderte. Te quiere mucho.

–Y yo también.

–Irá todo bien.

Ojalá fuera así. Me fui a buscarla mientras me preparaba para la carrera. Verla con el uniforme de Red Bull me hizo sentirme orgulloso de ella. Era una tía que todos la querían por como era. Una tía única e inigualable. Me acerqué a darle un beso en la mejilla, Horner nos sonrió a ambos.

–Hola, Max –me sonrió.

–¿Te pillo ocupada? –negó–, ¿Qué trabajos te han asignado?

–Soy la secretaria. De momento no me han mandado nada. Todo está controlado.

–Procura que se equivoquen haciendo números y me suban el sueldo.

–¿Si, no?

–Así te puedo mimar.

–Que monooo.

Le sonreí. Christian nos miraba con una sonrisa de oreja a oreja. Éramos la pareja más icónica de la escudería. Además, verla juntos con los demás de equipo, viendo la carrera y quejándose con los demás. Era la mejor. Me daba tranquilidad y seguridad saber que ella estaba ahí mientras yo corría. Me gustaba saber qué me animaba y me apoyaba, y cuando perdía, me animaba enseguida con un abrazo de los suyos. Esos abrazos eran mi casa.

𝐦𝐚𝐝 𝐦𝐚𝐱: 𝐥𝐨𝐬 𝐠𝐚𝐧𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora