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Diana

Tenía la sensación de que esto con Max estaba yendo más lejos de lo que me había imaginado. Todo empezó por sexo, y va a terminar desembocando en otros sitios. Pero me estaba gustando esta sensación. La sensación de ir a abrazarlo después de que corriera con el fórmula uno, la de estar a su lado en todos los trayectos, la de despertarme con sus manos en el culo o ducharme con él. No quería que terminara nunca. Quería que fuéramos siempre nosotros. Además, había estado tratándome como una absoluta reina, se notaba que había aprendido. Estaba muy orgullosa de sus progresos.

–Este año voy a ser campeón del mundo, por mis santos cojones –dice dejando el casco sobre la mesa de mala manera. Oh, oh...

–¿Estás bien?

–No. Ese puto inglés quemado no deja de darme la puta lata. Es un incordio que no sabe aceptar que su puto coche ha cambiado desde el año pasado.

–Venga, tranquilo.

–Estoy tranquilo –apartó mis manos de él.

–Vale.

–Dejame solo cinco minutos, por favor.

–Claro. Cualquier cosa llámame.

Y nada más salir de la habitación, oí tres golpes. Por el susto, volví a abrir y lo encontré a mitad de arrebato a punto de dar otro golpe en el mismo mueble con la mano magullada. Era la viva imagen de su padre.

–¡Max, por dios!

–¡Te dije que te fueras! –se giró hacia mí después de sobresaltarse.

–¡Me has asustado!

–¡¡Lárgate!!

–Max, para.

Se quedó parado mirándome mientras sus puños dejaban de verse en tensión y finalmente cedió a sentarse.

–Vete. No quería que lo vieras.

–No pienso dejarte así.

–... No entiendo qué haces aquí, mírame. Soy él.

–No digas eso. Tú puedes cambiar, él no tiene solución.

–Llevo así toda la vida, Diana.

–Me da igual, no me vas a alejar de ti.

–No quiero hacerte daño –se cubrió los ojos con la mano.

–No lo harás si no quieres.

–Hago daño sin quererlo, lo sabes.

–Bueno, pero tiene solución.

–... Eres luz en donde no saben lo que es el brillo –me acercó a él y apoyó su cabeza en mi vientre, ya que yo estaba de pie y él sentado.

–Te quiero, ¿vale? Estoy aquí.

–Yo también te quiero.

–Venga, vámonos.

Asintió y nos fuimos de allí de la mano. Él se perdería si me iba, y por eso no quería irme, porque se destrozaría a sí mismo como lo hice yo en su momento cuando estaba sola. No quería que él pasase por algo así.

–No me voy a ir.

–No quiero que te vayas.

–Vamos a estar tranquilos unos días hasta la próxima carrera.

Asintió y se le dibujo una pequeña y dulce sonrisa. Me recordaba a cuando era pequeño. Siempre había sonreído así.

–Sé que me necesitas para estar tranquilo.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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𝐦𝐚𝐝 𝐦𝐚𝐱: 𝐥𝐨𝐬 𝐠𝐚𝐧𝐚𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora