Dieciocho

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Tropezó con cada persona, pidió disculpas apresuradas y siguió el rastro. Se sintió cada vez más fuerte aquel olor que juró jamás olvidar, aquel olor del responsable de que un buen hombre como Tomioka fue convertido en un demonio, necesitaba llegar pronto y evitar que vea a su hermana, necesitaba llegar hasta ese individuo y hacerle pagar por las atrocidades que había hecho.

A lo lejos vio una figura de cabello negro, usaba las más nuevas ropas, no eran las tradicionales japonesas, grabó en su memoria lo que necesitaba, su caminar, su forma de vestir, su postura. Alargó su mano hasta tocar su hombro, le sintió tensarse bajo su toque, la figura se dio vuelta lentamente, a su espalda podía sentir el aroma dulce de su hermana que le había seguido con preocupación. Ojos tan rojos como la sangre le vieron atentamente, sintió tanta rabia fluyendo por su joven cuerpo, iba a salvar a todas las personas en la ciudad de ese monstruo, pero terminó jadeando fuertemente al ver bien lo que sostenía la bestia... O mejor dicho quién.

— ¿Sí? —preguntó con una voz suave, casi dulce y cariñosa.

El peliburdeo no sabía que hacer, había una niña de unos cinco años aproximadamente en los brazos del peor sujeto que haya pisado la tierra. Ese maldito finja ser padre de la niña, un sujeto amoroso y cálido, quien ofreció ayuda al joven que jadeaba furiosamente. 

— Oh, querido... — una mujer se acercó a ellos, la pequeña le llamó mamá — ¿Pasa algo?

— No lo sé... — respondió Muzan — ¿Te puedo ayudar en algo? Te noto muy alterado — preguntó el demonio al chico con un tono gentil.

Sintió ganas de vomitar, ¿es qué ellas no sabían lo que pasaba a su alrededor? ¿Ellas sabían que ese hombre era un demonio, el mismísimo Rey de los Demonios? Al tenerlo allí de frente imaginó a su familia, ¿era esto lo que sufrieron cuando le vieron en la puerta? Intentó decir algo, mas nada salió de su boca, la familia dio media vuelta. Sin embargo, el pelinegro dejó su huella en el lugar, un hombre que estaba a unos pasos más adelante que ellos, terminó siendo victima del poderoso demonio, cayó al suelo con su esposa muy preocupada, de pronto comenzaron a gritar de miedo, el hombre se había transformado, Tanjiro actuó inmediatamente. Detuvo al hombre de casi cenar a su mujer, aunque ya le había dado una buena mordida, sus ojos se mantenían fijos en la figura de Kibutsuji.

— Vayas donde vayas... ¡No te dejaré escapar, Kibutsuji Muzan! — jadeo lleno de ira — Sea a dónde vayas te seguiré y cortaré tu cabeza.

El silencio reinó por un momento, él solo podía escuchar los murmullos de la gente alrededor, ¿qué le pasa a ese tipo? ¿Y ese niño? ¿Estará enfermo? ¿Deberíamos llamar a alguien? Se sentía tan mareado con las emociones que se desbordaban por el ambiente, por el alboroto llegaron policías, le exigieron que saliera de ahí, mas se rehúso. De pronto todo se cubrió de un exquisito aroma a flores y sangre de demonio, se puso en alerta ante cualquier peligro.

— Tratas a alguien como si fuera humano, a pesar de que se ha convertido en un monstruo — una suave voz llamó su atención.

Al frente suyo había una hermosa mujer, de ojos violetas, cabello castaño recogido en un moño y rostro pálido decorado con maquillaje, con un kimono grueso con estampado florar, podía oler su aspecto demoniaco, pero, a diferencia de los otros demonios, había una gran serenidad en ella, no tenía ganas de atacar al niño, sino de ayudarlo, a su lado había un hombre con un rostro gruñón, usaba ropas tradicionales blancas y azules, tenía un tono purpura en sus ojos al igual que la mujer y tenía el cabello corto y verde.

— Tratas de ayudarlo... Entonces yo te ayudaré a ti...

— ¿Por qué? — murmuró sorprendido Tanjiro — Puedo decir por tu olor que eres...

Una historia diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora