Nueve

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Los dos jóvenes estaban corriendo montaña abajo, el aire era pesado y sus pulmones quemaban por el sobreesfuerzo, ¿cómo es que debían de hacerle para respirar bien? Se preguntaban los niños, además también pensaron que no era algo muy complicado de hacer, después de todo era solo bajar la montaña... Hasta que escucharon el sonido de algo acercándoseles con mucha velocidad y en menos de un parpadeo vieron seis cuchillas resplandecientes incrustadas en el tronco de un árbol.

— E-esta bien... Esto será mucho más difícil de lo que pensé... — dijo la joven observando las afiladas navajas.

— ¿Cuántas trampas habrán aquí? — preguntó Tanjiro al aire.

— Solo Urokodaki-san sabrá... La cuestión es... ¿Cómo lograremos cruzar?

— Es una muy buena pregunta, Nezuko.

Los dos hermanos miraron el largo trayecto que debían de recorrer, inspiraron profundamente antes de seguir corriendo, mirando para todos lados en el caso de que algo se les acercara, pero ese fue su error, ya que ni dieron tres pasos y ya se habían encontrado con una nueva trampa, escondido entre un montón de ramas y hojas había un agujero, en el cual cayeron de lleno.

— D-demonios... 

Estaban exhaustos y aún faltaba demasiado, el cielo seguía brillando en ese manto de estrellas, sus manos temblaban levemente por la desesperación... ¿Y si no lo lograban? ¿Y si llegaba la mañana y ellos seguían allí? Así nunca podrían ayudar a Tomioka, ¿cómo se sentiría él una vez que vea como fallaron por aquella prueba? ¿Decepcionado? ¿Triste? ¿Enojado? La determinación brillo en sus rojizos ojos, se levantaron una vez más, desconociendo el rendirse y dejar que aquella engañosa montaña les consumiera siguieron avanzando.

El zumbido de algo avanzando hacía ellos les alerto, inmediatamente se agacharon, esquivando así con éxito el enorme tronco que  se balanceaba de un lado a otro.

"Respira, Tanjiro" Se dijo a sí mismo el peliburdeo, "Concéntrate en el olor de las trampas" Cerró sus ojos para entrar en un trance profundo, miles de olores diferentes llegaban a él, los árboles, las pequeñas flores silvestres de temporada, la húmeda, el agua mezclada con algunas plantas... Todo... Y en un momento sintió el olor de aquellas trampas, por fin podrían cruzar sin contratiempos. Corrían saltando las piedras y las cuerdas a penas visibles.

— ¡Nezuko, piedras a tu derecha! — la chica se hizo para atrás a tiempo, las pequeñas rocas siguieron su trayecto hasta parar con algo.

— Gracias... — la joven puso atención a todos sus sentidos, si bien ella no tenía una gran habilidad como su hermano mayor, se esforzaría en todo lo posible para poder lograr ayudar en aquella misión crucial — ¡Allí, cuidado! — pateó unas hojas que habían por allí, revelando un gran hoyo con cientos de cuchillos dispuestos a matar a cualquiera que se atreviera a caer allí — U-Urokodaki-san quiere matarnos... — murmuró un tanto consternada por lo bien hechas que estaban hechas las trampas.

Por fin llevaban medio camino, pero el tiempo también había pasado y el cielo demostraba que estaban llegando al tiempo límite. Eran mucho menos las estrellas que iluminaban el cielo nocturno y el tono oscuro era levemente más claro, podían respirar un poco mejor, el oxigeno era mucho más considerable que hace unos metros atrás, jadeantes y exhaustos seguían en corriendo al mismo ritmo, esquivando, golpeando, incluso recibiendo algunos ataques menores. Con los rostros golpeados, manos y rodillas raspadas siguieron avanzando. Sus mentes estaban enfocadas en lograr su objetivo, el simple hecho de pensar que no podían llegar a tiempo les provocaba un amargo sabor, sentían como la desesperación les daba un golpe en la cara, distrayéndolos por breves momentos, solo para después desaparecer y en pocos minutos volver a aparecer.

Los rayos del Sol comenzaban a aparecer y con ello los árboles eran los menos, pronto una pequeña casa apareció en su campo de visión, con un último esfuerzo fueron a la cabaña, debían de hacerlo... Ellos podían hacerlo... Y lo harían por ese hombre que salvo sus vidas... Por aquel hombre que sufre una condena que no debía de sufrir... Sus temblorosas y cansadas manos tocaron la puerta de madera y sin esperar respuesta la abrieron, revelando al hombre con la máscara Tengu.

— H-he-hemos... Llegado... 

Dicho eso ambos se desplomaron el el suelo ante la expectante mirada del anciano, este los cargo y los llevó a los futones que tenía preparados de antemano, los recostó suavemente y se fue a sentar frente al fuego.

— Giyuu... Ellos aprobaron...

...

Horas antes, cuando los hermanos aún se encontraban en la cima de la montaña, estaban maestro y alumno en sumo silencio, esperando a que uno de ellos iniciara la conversación. El hombre de cabellos plateados servía dos tazas de té, sabía que su alumno no iba a poder saborear el delicado amargor del té, pero por lo menos refrescaría la muy probable seca garganta. Sin embargo, las cosas no se quedaban allí, unos minutos antes de servir el agua caliente, tomó uno de los cuchillos de cocina que se encontraba por allí, estaba dispuesto y se arriesgaría.

— Aquí tienes, Giyuu, te ayudará un poco.

El joven tomó la tibia taza entre sus manos, pero un repentino olor repugnante, no provenía del té, no quiso decir nada y lo bebió, hizo una mueca al darse cuenta de que no tenía sabor, era insípido, mas el calor que desprendía le ayudaba a calmarse.

— Defendiste a una familia entera, luchaste contra el rey de los demonios... Tu destino era morir... — las palabras eran directas y fuertes, en esos momentos deseaba estar muerto, lo último que deseaba era que su maestro, su padre estuviera decepcionado — Me alegro que no haya sido así...

Lo último le desconcertó y quedó aún más asombrado cuando los brazos del anciano le envolvieron en un reconfortante abrazo, su garganta pico ansiosamente, amenazándole con romperse en cualquier momento y el asco al aroma del ambiente aún no desaparecía.

— Si te hubiera perdido a ti también... Te prometo que me hubiera ido con todos ustedes — Urokodaki acaricio de forma paternal el suave y sedoso cabello de Giyuu — Además me pone muy feliz el ver que no eres como los otros demonios... El olor de mi sangre te da asco... El olor a la sangre humana te da asco... — entonces pudo ver un limpio corte en la muñeca de su maestro... él... lo sabía... él... se arriesgo — Déjalo salir, Giyuu... Estamos solo tú y yo...

¿Cuándo fue la última vez que alguien le abrazó de esa forma? ¿Cuándo fue la última vez que dejó a la vista sus sentimientos? Estaba tan cansado del mundo, las voces y los recuerdos... Estaba cansado, solo quería llorar... Y la única persona que podía verle así era su maestro.

— D-discúl-discúlpeme... Por favor... Perdóneme... 

— Eso es... Déjalo salir...

Poco a poco pasó a los brazos de Morfeo, aún sollozando y dejando salir aquello que le intoxicaba... Aquello que le mataba... Antes de caer rendido susurró algo y pese a la inconformidad del anciano... Él acepto...

...

Los dos hermanos se despertaron sobresaltados, ambos estaban confundidos, el lugar en donde estaban no era su casa, no escuchaban a su madre tararear un tanto desafinadamente una canción o a sus hermanos corretear por el pasillo. El anciano abrió la puerta de la última habitación libre, observando debajo de la máscara a los dos niños, los Kamado le miraron fijamente por un buen rato y el miedo a que le dijera que habían sido rechazados acrecentaba conforme el silencio se prolongaba.

— Levántense... El entrenamiento empieza ahora...

La chispa de alegría y alivió brillo en aquellos pares de ojos rojizos, no tardaron en levantarse y seguir al hombre. 

...

Hola, ¿cómo están? Espero que bien... Bueno... ¿Qué les pareció? ¿Necesita más desarrollo? ¿Qué creen que aceptó Urokodaki? Además... Él siempre confiando en su hijo no muerto XD ¿Qué creen que pasara ahora? Déjenlo en los comentarios... Recuerden comentar, votar y disfrutar...

Nos vemos en otra historia...

Kurenai-kun...

La persona de mil rostros...

Una historia diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora