27. CIANURO

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GIOVANNI RUGGIERO

—Tu ganas... habrá citas y todo lo demás...

—Una cosa más... —apartó la mirada y sus mejillas se sonrojaron

—Ujum...

—Mi primera vez... yo... emmm... —el tema la había puesto nerviosa y algo avergonzada

—Respetaré tus tiempos, no te obligaré

—Es que... yo... —hundió su cara en mi cuello— estoy... lista... -murmuró

Me tensé ante su confesión, sabía que no lo estaba... pero me llenó de curiosidad el descubrir por qué decidió mentir.

—¿Estás segura? —la presioné

—Sí —estaba insegura

—¿Por qué me mientes? —su cuerpo se puso rígido

—No... yo...

—Claro... no estás mintiendo ¿eso me ibas a decir verdad? —la interrumpí

—Estoy lista... —de nuevo mintió

Separé su rostro de mi cuello

—Esta bien —decidí seguirle el juego

Coloque un mechón de su cabello por detrás de su oreja, pose mi mano por detrás de su cuello y la acerque a mi. Uní mis labios con los de ella en un beso apasionado, sin soltarla la llevé hasta la cama donde la dejé y noté como su respiración se agitaba por los nervios. Me subí sobre ella y retomé el beso, presionando cada gesto para hacerla retroceder, pero aun cuando sus manos temblaban, no apartaba su rostro. Entonces decidí posar mi mano en su cintura, esperé un minuto y entre besos rodé mi mano por debajo de su pijama, sin moverla más allá de donde estaba.

—Yo... espera... —apartó su rostro rompiendo el beso

—Pero estabas segura... —intenté no reírme

—Si... —dudó— pero... despacio...

—Estamos despacio...

—Si...

—Dime... ¿por qué mentir? —apartó su mirada— mírame.. ¿qué ocurrió?

—Si no lo hago... te vas a arrepentir —el dolor cruzó su mirada y la confusión la mía

—¿Arrepentir? no entiendo...

—Te arrepentirás... y el consejo entonces me buscará a alguien... —empezaba a entender

Bene... bene... ¿de dónde has sacado eso? —no retiré mi mano de sus mejillas

Guardó silencio

—Necesito que me digas... quiero que sepas que puedes hablar conmigo

—Escuché... —lo pensó—, escuché a uno de los guardias cuando Fabio me dejo acá en tu ala...

La rabia me azotó, pero me mantuve sereno para no asustar a Gin.

—¿Qué escuchaste? —insistí

—Dijo que... —tomó aire— que te cansarías de mí... que tu obra de caridad duraría poco, ya que Elizabeth era realmente la mujer que se convertiría en tu esposa...

—Mmm... ¿dijo algo más? —encontraría al hijo de puta y lo mataría por hacerla sentir insegura

—Se giró a verme y me dijo que no valía nada, sino demostraba que puedo darte un hijo —una lágrima brotó de sus ojos y la abracé con fuerza atrayéndola hacía mí

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