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Tierra quebrada, al otro lado del muro de espinas:

Vera:

Existe una leyenda u profecía, historias que te narran desde pequeño sobre un libertador o libertadora, nacidos en nuestras tierras, aquel que destruirá el muro de espinas y acabara con la tiranía que se vive al otro lado de este, pero a mis 21 años he llegado a la conclusión que solo son cuentos para dormir...

Cuentos como los que mis oídos captan al cruzar el mercado.

—¡La bruja, la bruja, la bruja ya viene!—Cantan los niños al verme pasar.—¡Escóndanse rapido o la  bruja te atrapara!

Ríen y corren a mi alrededor con los pies descalzos como los míos, lo tolero al menos a ellos porque pronto los padres los jalan lejos de mi y hasta arrojan verduras en mi dirección, ignoro la sensación que me causa y me acerco al puesto de manzanas.

—Mira, mamá, la bruja va a preparar manzanas envenenadas.

Suspiro. 

—No prestes atención, cariño.—Me dice la dueña del puesto.—Elige las que quieras ¿Aun le debo a tu patrona, no?

—Si me llevo algunas verduras y manzanas.—Sostengo la fruta.—La deuda bajara.

En tierra quebrada aplicamos el dame algo y te lo cambio por algo que necesites.

—Adelante, llévate todo... pero puedo ir a verla ¿Despues?—Baja el volumen de su voz y acerca la mano a su boca.—¿Sera que puede leer mi suerte hoy?

Otra mujer se le acerca interrumpiéndonos y antes de elegir las que llevare, levanto la vista al cartel, visualizando las letras que no puedo...

—Estas están maduras, las que vas a tomar machacadas.—Contestan a mi lado y reconozco la voz de mi amigo.—Ahi lo dice.

—Isaia.—El corazón me late rapido.

—¿Aun no has aprendido a leer?—Arquea una ceja.— Eres ayudante de una bruja ¿No las brujas necesitan leer hechizos para conjurar demonios?

—No la llames asi, mi maestra solo hace que las personas se sientan bien.

—Conmigo ya hubieras aprendido si no hubieras dejado a medias..

—Isaia ya.—Además dudo que a la prometida le guste que ande cerca.

—Solo dos horas al día y aprenderás conmigo.—Insiste.—Ya lo veras.

—Ya hablamos de eso, pero si insistes suerte convenciendo a mi maestra. Dice que no lo  necesito.

—¿Y eso piensas tú?

Guardo silencio, la verdad lo que necesito es mantenerme lejos.

—Que te haya salvado la vida no quiere decir que perdiste el voto de tus decisiones.

—Mi vida le pertenece, Isaia. Solo a ella.



(***)


Me muevo entre los arbustos cuidando mis movimientos y de cuclillas mientras el animal frente a mi sigue alimentándose de la porquería que encuentra en el suelo, con lentitud envuelvo los dedos alrededor de la empuñadura del cuchillo creado a base de piedras y me acerco paso a paso, el cerdo gruñe dándome la espalda y no la pienso dos veces, salto hacia el y lo apuñalo en la espalda repetidas veces y junto a la base del estomago.

El Rey quiere una Reina (#6 Amores en la realeza)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora