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Duncan:

Trasladan a la mujer que elegí al calabozo, tomándola del brazo y ella se quita rapido el agarre, doy la orden de que no la toquen y ella me mira furiosa, siendo de su atención otra vez y ahora no aparta los ojos de mi rostro tan rapido, sigue destellando rabia y lo único que consigue es una sonrisa de mi parte.

Desparece de mi campo visual  en cuestión de minutos y aun siento esa fuerte mirada sobre mi.

Esos ojos... 

Es justo lo que estaba buscando y quien diría que vendría de ahi.

—Mi señor...—Mi consejero habla a mi lado.

—No quiero escuchar reproches, un rey no esta para eso.

—Pero esa mujer...

—Esa mujer será mi reina, habla con propiedad cuando te refieras a ella.—Ordeno y el pasa la saliva.

—Solo me importa su bienestar, majestad. Lo ofendió y..

—¿Te atreves a cuestionar la elección de  tu rey?—Le interrumpo.

El baja la cabeza y termina inclinándose.

—¡Jamás haría algo asi!

—Bien, Leandro.—Pronuncio y miro la puerta por donde ella se marcho.—Llévenle comida a mi reina y cuando se ablande, tráiganla a mi lado.

Ya no cuestiona y solo asiente.—Como ordene, su majestad.




(***)




Leandro interrumpe mi almuerzo trayendo a una criada, empuja a la mujer temblorosa quien no puede mantener la mirada y retrocede los pasos que dio luego del empuje.

—¿Qué razones son estas para incomodar mi comida?

—Habla, mujer.—Le ordena mi consejero.—Empieza.

Le tiemblan las manos y se las sujeta con el fin de estar más calmada, detesto el nerviosismo.

—La mujer... su futura reina.—Pronuncia con voz temblorosa.—No desea probar ningún bocado y ya se le ha enviado dos cenas.

Respiro profundo.

—Lárgate.

—¡Si, señor!

Sale disparada del comedor y me levanto de este.

—Mi rey... ¿No me diga...?

—Quédate aqui.—Le digo mirándolo.—Y es una orden, Leandro.

Baja la cabeza.—Estoy aqui para cumplirlas, su majestad.



(***)



Bajo las escaleras hacia los calabozos a los que nunca voy, pero que ahora me dan una razón para bajar, camino por los pasillos de este hasta ubicarla y lo primero que veo es a ella, apoyada sobre la pared del calabozo, con las piernas juntas y los brazos rodeando esta, mientras la cabeza la trae agachada.

Aparto la mirada de ella y lo pongo en la bandeja de comida, la comida y la bebida esta intacta, mi reina levanta la mirada al notar mi presencia y pone los ojos en mi, nuevamente esa mirada furiosa.

—No has probado ni un solo bocado.

Ella se pone de pie de inmediato y mi mirada la recorre, trae la ropa sucia, ropa que claramente no es suya por lo grande que le queda, lo que alimenta mi teoría.

—¿No hablas mi idioma?

—Claro que lo hablo, no soy estúpida.—Y su voz llega a mis oídos.

—No, eres de tierra quebrada.—Pronuncio y sus ojos se abren.—Mi ignorancia a lo que hay detrás del muro me llevo a hacerte esa pregunta y por eso la escuchaste.

—No somos salvajes si eso es lo que crees... 

—No des la impresión de comportarte como uno.—Le contesto y prosigo.—Mujer ¿Ya me dirás cual es tu nombre?

—¿Cómo sabes que soy de Tierra quebrada?

—El tatuaje en tu cuello.—Menciono y ella se lleva la mano al lugar cubriéndolo.—Lo aturdida que estas aqui y que esas ropas estén mal puestas, además de quedarte anchas.

Se cubre el cuerpo de mi y sonrio.

—¿Ya me dirás cual es tu nombre?

—No, déjame ir.—Me exige.—Nos creen salvajes, pero me arrastraron a este..—Mira los costados.—¿Cómo dijo que...

—Calabozos.

—Calabozos.—Repite y sus cejas se juntan.—Me trajo a este horrible lugar.

—Si deseas salir necesito que te calmes.

—Déjame ir.—Exige.—Quiero irme.

—¿Si eso deseas que haces fuera del muro?

La sorpresa llega a su rostro.

—Ese es mi problema.

—Ahora también el mío.

—¿Por qué seria el tuyo?

Camino hacia la puerta, donde se encuentran las llaves mientras ella golpea las rejas.

—¡Hey, sácame!

Regreso y ella pasa de observarme a mirar las llaves que cargo.

—¿Qué es eso?

Me acerco a la cerradura y empiezo a abrirla.—Ya conoces el muro, nadie puede entrar justamente porque las espinas apuntan hacia los reinos.

Doy el último giro a la llave y las rejas sueltan un chirrido insoportable cuando se abren.

—No tienes a donde ir y tu mejor opción para ti es quedarte a mi lado.

Empujo la puerta y ni bien lo hace, echa a correr, ella Intenta huir y la detengo, sujetando su cintura, intenta pelear conmigo y la llevo empujando su cuerpo junto al mío hacia las rejas del calabozo, mi mano va directo a su garganta y ella intenta soltarse.

Dejo de ejercer fuerza y hago que tome aire, sin embargo no quito la mano de alrededor de ese bello cuello, asi como ella no la quita de mi mano exigiendo que la libere.

—¿Dónde iras?

—¡Ese es mi problema!

Sonrio.—Te equivocas, estas en mi reino y tu problema es mi problema.

Agitada logra decir.—¿Por qué?

Sonrio de lado y acerco mi rostro al suyo, mi dedo hace presión en la yugular y siento como pasa la saliva.

—Porque desde este día y para siempre me perteneces.

El Rey quiere una Reina (#6 Amores en la realeza)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora