No sé en qué momento una habitación totalmente vacía pasó a ser una especie de fortaleza de cartón. En unos minutos aquel cuarto se había llenado por completo de cajas de todos los tamaños.
Me asomé por la ventana, desde allí podía ver como los transportistas sacaban más cajas del camión de la mudanza. Salí de la casa para ayudar a subir mis pertenencias, en ese momento di gracias de haberme mudado a un primer piso por lo que no tenía que subir o bajar muchas escaleras.
Contexto; odio las escaleras.
Mi nueva casa se encontraba en un edificio de solo dos plantas, en el cual se suponía que cada una contaba con cuatro casas, dos a cada lado separadas por un amplio rellano, pero al parecer una familia era dueña desde hacía años de toda la parte izquierda del edificio y lo habían reformado según sus necesidades.
Los dos pisos de la planta baja habían sido unidos y actualmente eran una preciosa floristería, los de la primera planta conformaban un gran piso cuya puerta estaba enfrente de la mía.
Es un tanto extraño, lo sé, a mí me costó pillarlo cuando la casera me lo explicó.
De todos modos, cada vez que pasaba por delante de aquella puerta me entraba la curiosidad por ver cómo era por dentro, ya que quien viviera ahí tenía una casa el doble de grande que la mía, literalmente.
Aunque teniendo en cuenta lo diminuta que era mi casa, tampoco es que la suya fuera a ser gigantesca, pero eso da igual.
Decidí que cuando tuviera todas mis pertenencias colocadas en mi cuarto y los transportistas se hubieran ido, haría una pequeña visita a mis nuevos vecinos, para conocerles, presentarme y ya que estamos.., cotillear un poco su casa.
Mientras bajaba las dichosas escaleras me crucé con los transportistas que subían con más cajas.
―Señorita Evelyn, solo faltan unas pocas y terminamos ―me avisó uno de ellos.
―Perfecto, yo me encargo ―le contesté.
Abandoné el portal comprobando que el pequeño sujetapuertas de madera que mantenía la pesada puerta de metal abierta estaba bien colocado y caminé rápidamente hacia el camión.
Observé que quedaban seis cajas de tamaño mediano, coloqué unas encima de otras y las levanté. Me arrepentí al darme cuenta de que aquello pesaba más de lo esperado y yo no era la persona más fuerte del universo, digamos que tenía la misma fuerza que el tallo de un diente de león. Además, la montaña de cajas era lo suficientemente alta y ancha para impedirme ver de frente o asomarme por los lados, así que me tocó ir de lado hasta el portal.
Sé que hubiera sido más sencillo haber dado dos paseos con solo tres cajas a la vez, pero tener que volver a subir y bajar las dichosas escaleras me dio tanta pereza que opté por caminar como cangrejo con todo el peso únicamente una vez.
En ese entonces me percaté de que la puerta se estaba cerrando, traté de ir lo más rápido posible sin tirar la torre de cajas, pero se cerró justo antes de que yo llegara.
―Mierda, maldito sujetapuertas inútil.
Estaba claro que el universo no tenía nada más que hacer que ponerme obstáculos en la vida. Su pasatiempo favorito era hacer que todo me resultara más complicado de lo que ya era.
Solté un suspiro e inicié la búsqueda de una solución. Probé a dejar las cajas en el suelo, pero al agacharme, las de arriba comenzaron a deslizarse y tambalearse por lo que abandoné esa idea después de varios intentos.
La siguiente opción era gritarle por la ventana a los transportistas que se encontraban en mi casa, pero la ventana estaba cerrada y no quería parecer una loca, así que ni lo intenté.
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Gracias estúpido universo
Teen FictionEvie pensó que su nueva vida sería tranquila. Creía que mudarse sola y empezar de cero sería la mejor solución para gestionar sus preocupaciones. Grave error. Según ella, el universo no paraba de mandarle problemas. Lo que no esperaba es que también...