3. El chico de las flores

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Para llegar al supermercado había que atravesar un precioso parque repleto de frondosos árboles y flores de todos los colores. Una gran fuente decoraba el centro del lugar rodeada de bancos de madera, en uno de los lados había una zona de arena con varios columpios lleno de niños que jugaban sin parar.

¿Cuándo había perdido yo toda esa energía y ganas de vivir?

Enfrente nuestra había un pequeño grupo de niños jugando con unas pistolas de pompas, por lo que en segundos, el espacio se llenó de esas frágiles burbujas de jabón, comencé a explotarlas con el dedo según se iban acercando. Era algo bastante entretenido para ser sincera.

Me giré mientras seguía el movimiento de una pompa con mi mano y vi entonces que Theo me observaba con una expresión burlona y dulce, inmediatamente se me fue la sonrisa y noté como mi cara empezaba a arder.

—¿Qué miras? Nadie puede resistirse a explotar burbujas —comenté mientras sentía que la vergüenza salía incluso por mis poros.

Una gran expresión socarrona apareció en su rostro.

—Claro que no, y viendo cómo las explotabas con esa cara de boba feliz, cualquiera puede garantizar que es algo super divertido.

—Cállate, idiota —reproché ante su cachondeo.

En ese momento una niña de unos cinco o seis años se acercó a nosotros apresuradamente, levantó una de sus manitas y nos enseñó una pequeña flor. Instintivamente di varios pasos hacia atrás, Theo me miró confuso ante mi alejamiento de la pequeña, pero volvió su atención a ella cuando comenzó a hablar.

—¡Chico de las flores! ¡Chico de las flores! ¿Qué flor es esta? —preguntó con una voz chirriante.

Él se agachó mientras cogía la planta, empezó a mirarla desde todos los ángulos a la vez que se llevaba la mano al mentón.

—Mmh... Parece, parece... —comentó creando expectación.

La niña parecía entusiasmada por escuchar cuál era el nombre de aquella flor, movía sus piecitos inquietamente y daba pequeños saltos.

—¿Qué es? ¿Qué es? —volvió a preguntar la nena emocionada.

—Parece, parece...

Mi espíritu impaciente no podía más, le pegué un pequeño empujón a Theo y con un gesto le pedí que le dijera a la chiquilla cuál era aquella dichosa flor.

—Parece una azalea —concluyó devolviéndole la planta.

Ella la agarró bruscamente del tallo y se alejó alegremente de vuelta a los columpios.

—Menos mal —comenté con alivio, —pensé que no se lo dirías nunca, me has generado angustia.

—Ella es una chica curiosa, le gusta la incertidumbre, no como a otras... —comentó en modo de burla levantándose del suelo mientras me miraba de reojo.

—Yo también soy una chica curiosa —le reproché cruzándome de brazos. —Por ejemplo, ¿qué es eso de chico de las flores?

Mientras formulaba la pregunta agudice la voz, entrelacé las manos y levanté un pie hacía atrás, como si tratara de parecer tierna, era una pose altamente vergonzosa. Mantuve la pose por unos segundos mientras pestañeaba rápidamente.

Theo puso cara de asco, me agarró por los hombros y empezó a zarandearme.

—¡Te contaré todo lo que sé, pero por favor para! —me pidió.

Riendo retomamos nuestro camino hacia el supermercado cuando comenzó a hablar.

—Clara, la niña de antes, suele venir mucho con su madre a ver las flores de la floristería. Siempre que vengo al parque a dibujar o a tomar inspiración se sienta a mi lado a ver lo que hago o empieza a preguntarme sobre las plantas. Por mucho que le repito mi nombre siempre me llama chico de las flores.

Gracias estúpido universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora