56. Un perro bien adiestrado

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—Déjame ayudarte —me suplicó de nuevo Hannah mirándome atentamente con sus ojos verdes

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—Déjame ayudarte —me suplicó de nuevo Hannah mirándome atentamente con sus ojos verdes.

Solté un suspiro y me pellizqué el puente de la nariz, aquella chica estaba agotando mi paciencia.

—Ya te lo he repetido mil veces, no necesito tu ayuda, estoy bien.

Ignorando su presencia volví a poner el carboncillo sobre el papel, mis ojos se paseaban desde el bodegón de frutas que tenía sobre la mesa al folio en el caballete frente a mí. El objetivo de aquel proyecto era dibujar aquel bol de frutas lo más parecido posible, usando únicamente un carboncillo para hacer las sombras y el blanco del papel para las luces.

—Pero es que quiero ayudarte, pídeme cualquier cosa, ¿quieres un café o un refresco? Voy corriendo comprarte uno.

—No, gracias.

"Podría irse corriendo a molestar a otra persona."

Hannah se sentó de brazos cruzados en mi cama, la miré molesto y ella giró la cabeza, evitándome. Le había dicho múltiples veces que no la tocara, odiaba cuando la gente se sentaba en ella y la arrugaba, además en esa habitación había otra cama totalmente vacía para que se sentara, pero no, siempre escogía la mía. La chica se aproximó al borde, quedando más cerca de mí, inconscientemente me incliné con lentitud lejos de ella.

—Sabes que me gustas, ¿no? 

Respiré con fuerza por la nariz, cansado de que sacara ese tema cada día.

—Me lo dices a diario, y yo siempre te contesto que te busques a otro, ¿qué piensas de Simon? —Negó con la cabeza—. ¿Y Ben? —Puso una expresión de desagrado—. ¡Ya sé! ¡Logan! ¿No te interesa él?

Me observó callada unos instantes, parecía estar valorando esa opción.

—No. Me gustan los retos, y tú eres uno. Logan es demasiado fácil.

Maldiciendo por dentro volví a enfocarme en el dibujo, intenté dibujar varios trazados, pero la intensa mirada de Hannah me estaba poniendo de los nervios.

—¿Puedes irte? Quiero terminar este proyecto.

—El profesor me puso contigo para que te ayudara...

—Pues dile al profesor que estoy bien, no necesito tu ayuda. Además, fuiste tú la que se lo pediste.

Hannah empezó a jugar con un mechón de su pelo.

—Es que me sentía mal, por mi culpa te hiciste daño.

Bajé mis ojos a la muñequera de compresión que rodeaba mi mano izquierda y mitad de mi antebrazo, elevé mi brazo y empecé a mover los dedos.

—¿Lo ves? Todo está perfecto. Solo fue una mala caída, el lunes volveré a usar la mano sin problemas. Ahora, si no te importa, quiero enfocarme en mi proyecto.

Gracias estúpido universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora