34. La princesa y su héroe

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Escuchar su voz me tranquilizó al instante, levanté la mirada, al observarle vi en sus ojos algo que no había visto nunca en él, odio. Su mandíbula estaba tensa y sus manos sostenían mis hombros con firmeza.

—¡Mira princesa! Ya ha llegado tu héroe otra vez, ¿no sabes salvarte tú solita?

—Te he dicho que la sueltes —repitió el pelinegro más tenso.

El tipo obedeció y elevó las manos pidiendo paz sin borrar esa estúpida sonrisa, se giró y antes de irse nos observó por encima del hombro.

—Me llevo esto de recuerdo, por si no nos volvemos a ver.

Abrió uno de los puños y colgando de sus dedos quedó el collar que Theo me había regalado, automáticamente me llevé las manos al cuello, no estaba, me lo habría arrancado cuando tiró de mí.

Lo que ocurrió a continuación pasó rápido, tanto que no pude procesarlo hasta minutos después.

Theo me apartó, dio varias zancadas hasta el chico y le tiró del brazo girandole hacia él, acto seguido le propinó un fuerte puñetazo en la mejilla, el tipo se tambaleó pero consiguió estabilizarse y no caer al suelo.

La gente de nuestro alrededor se alejó junto con varios gritos ahogados y chillidos.

Pensé que se iría asustado por el golpe de mi vecino, pensé que me daría el collar y no volvería a verle, pensé que ahí se acabaría todo, en cambio el chico escupió al suelo y con un gesto de superioridad me miró de arriba abajo, cosa que me generó miedo y repulsión.

—Tu novia es muy guapa, cuando te canses de protegerla me la regalas.

Vi como Theo cerraba los puños con rabia, aquello fue la gota que derramó el vaso, en un abrir y cerrar de ojos el pelinegro estaba sobre él, golpeándole y zarandeándole agresivamente.

La música se paró y las luces se encendieron, el silencio se esparció a excepción de los impactos de los golpes y murmullos entre la gente que miraba la escena con inquietud, gracias a la luz pude observar que el chico sangraba por la nariz pero seguía sonriendo.

¿Es que acaso todo le parecía un chiste?

Varias personas trataron de intervenir, diciéndole que parara o intentando agarrarle, pero nada parecía que le fuera a detener.

Cada impacto me encogía el estómago, quería decirle a Theo que se detuviese pero no podía articular palabra, me alarmé cuando escuché a los vigilantes de seguridad gritar mientras se acercaban entre la gente, fue entonces cuando mi cuerpo reaccionó.

—¡Theo, déjale! ¡Vámonos ya, por favor! —exclamé a punto de romper en llanto agarrándole del brazo.

Mi vecino se detuvo en seco al escuchar mi voz, se giró para mirarme, debió percibir mi inquietud, mi pánico y mis ganas de desaparecer de allí porque se levantó al instante.

—¡No te vuelvas a acercar a ella! —soltó antes de cogerme de la mano y sacarme de allí corriendo.

No supe cómo habíamos salido de aquel lugar sin que nadie nos detuviera, tampoco fui consciente de cuánto tiempo estuvimos corriendo ni hacia dónde nos dirigíamos, no sabía que había pasado con Nora y Jun, pero nada de eso importaba en ese instante.

Yo solo quería alejarme lo máximo posible de allí.

No podía respirar bien, quizás era por el pánico, quizás era porque no era una buena atleta y llevábamos un buen rato corriendo, o quizás era porque no paraba de llorar, seguramente era un conjunto de todo a la vez.

Tenía el estómago revuelto, el corazón a mil y mi mente no para de pensar cosas horribles.

Cuando vi que no podía más me solté del agarre de Theo, me detuve y me apoyé sobre mis rodillas intentando respirar bien, el pelinegro también se detuvo y con la respiración agitada se volteó hacia mí.

Gracias estúpido universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora