44. Ojos que no ven, corazón que no siente

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Un rato después ya estábamos en la discoteca

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Un rato después ya estábamos en la discoteca. Al entrar la música golpeó fuerte en mis oídos, con pasos cortos nos adentramos entre la gente que bailaba a nuestro alrededor.

A pesar del buen ambiente que llenaba el local, no podía olvidar la expresión incómoda de Evie.

"Idiota, soy un idiota."

Me llevé el vaso a los labios y bebí, no recuerdo cuánto alcohol me metí en el cuerpo aquella noche, pero con cada sorbo la mirada de sus ojos se hacía más y más borrosa, cosa que en ese momento agradecí.

Más tarde ya todo me daba vueltas, Ben me trajo otra copa la cual recibí entre risas, Simon le gritó enfadado que parara de darme alcohol, al parecer ya había bebido mucho, y Logan... Logan había desaparecido hacía un rato con una chica, o eso creo recordar.

Me dejé guiar por la música, gracias al alcohol que fluía en mi interior la vergüenza quedó olvidada y comencé a mover mi cuerpo provocando que Ben, e incluso Simon, rieran.

De repente divisé a Ryan entre la multitud, él era un chico de nuestro piso con el cual no había hablado mucho, pero en ese momento sentí que debía ir y conversar con él. Danzando torpemente y esquivando a personas sudorosas, me acerqué a Ryan.

—¡Hola! —le saludé.

Ryan me devolvió el saludo divertido, Ben y Simon aparecieron detrás de mí y enseguida ya estábamos los cuatro pasándolo en grande. No sé cuanto tiempo pasó ni cuánto más bebí, pero seguro que mucho.

—¡Voy a salir a fumar! —exclamó Ryan después de un rato. —¡¿Me acompañáis?!

Simon nos miró a Ben y a mí, y asintió con la cabeza.

—¡Creo que a algunos les viene bien un poco de aire! —afirmó mi amigo.

Nos agarró del brazo y nos encaminamos con dificultad hasta la salida. El aire húmedo de la calle fue como una bofetada, sin embargo me sentí aliviado cuando la música quedó opacada por la puerta, mis oídos necesitaban descansar, y yo también, así que me senté en el escalón de una tienda continua a la discoteca.

Ryan se sacó una cajetilla de cigarros del bolsillo, agarró uno y se lo colocó en los labios para después prenderle fuego con un mechero.

—¿Queréis uno? —preguntó.

Todos nos negamos y él se guardó la cajetilla, dio una calada y expulsó el humo que llegó flotando hasta mi nariz, olía horrible, agité la mano frente a mi rostro para dispersarlo.

Sentarme no había sido una buena idea, aún estaba mareado, y la sensación de que el mundo daba vueltas no había hecho nada más que incrementarse. Con dificultad me puse en pie, quizás así la sensación de estar girando disminuía.

No lo hizo.

Ryan me dio un golpe en el hombro para llamar mi atención, le miré con el ceño fruncido y señaló con la cabeza a algo que estaba detrás mía. Eran dos chicas, una de ellas me echó una mirada llena de lujuria, parecía estar insinuando que quería algo, pero mi cabeza no funcionaba muy bien en esos momentos, por lo que no pude saberlo del todo.

Gracias estúpido universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora