18. Elisabeth

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Ambos nos quedamos parados uno enfrente del otro sin saber muy bien qué hacer, yo me aparté indicándole que pasara.

Él vaciló unos segundos pero entró, cruzó el pequeño pasillo y se sentó en el suelo colocando las manos entrelazadas sobre la mesita.

Yo me senté enfrente de él, inquieta, no estaba segura de querer escucharle.

—No sé qué ha pasado hoy —comencé a hablar. —Más bien no entiendo nada en general, ni la actitud de tu amiga hacia mí, ni por qué os habéis ido, nada, no entiendo nada.

Theo estaba demasiado serio y odié verle así, quería que me sonriera, que me hiciera reir, que fuera un incordio conmigo, quería olvidar todo lo que había ocurrido ese día, me generaba tristeza verle con esa expresión tan fría hacia mí.

Por otro lado estaba enfadada con él por dejarme allí sola sin siquiera preocuparse por mí cuando yo no hice nada malo, yo era la víctima en esta situación, ¿no? Me crucé de brazos y miré a Theo con el ceño fruncido esperando a que hablara, a que se disculpara conmigo.

El silencio invadía la habitación, el pelinegro jugaba con los dedos de sus manos pero no decía nada, fue uno de los momentos más incómodos de mi vida.

—Escucha —rompí el silencio. —Si no estás preparado o no quieres hablar del tema, no lo hagas, yo no te estoy obligando. Pero ahora mismo me apetece estar sola y he dejado una película a medias, así que...

Theo me miró por primera vez desde que se había sentado, un poco inquieto se pasó la mano por el pelo echándoselo hacia atrás, suspiró con los ojos cerrados preparándose mentalmente.

—Quiero pedirte perdón por lo de Agatha, te mereces una disculpa por mi parte y por la suya, me enfadó mucho como te estaba tratando, salí para hablarlo con ella y luego sucedió lo que tú ya sabes...

Me molestó que se disculpara en su nombre, si quería pedirme perdón que viniera y lo hiciera delante mía.

—¿Por qué me dejaste sola después de que me pegara?

Theo bajó la mirada, en su rostro se podía distinguir la pena, la vergüenza y el arrepentimiento.

—Lo hice inconscientemente, sé que no es excusa, estaba nervioso y enfadado, pensé que quizás la cosa llegaría a más si seguiais hablando, así que agarré a Agatha y la llevé a su casa, hoy ha estado más insoportable de lo normal —hizo una pausa para mirarme rápidamente, yo le observaba molesta, cosa que hizo que apartara la mirada. —De verdad que me arrepiento tanto de haberte dejado allí, tú no te mereces que te traten así...

—No, no me lo merezco.

Mis palabras eran duras y frías, por mucho que se disculpara, el hecho de que me había gestionado así la situación no cambiaba. Me había sentido totalmente confundida, triste y defraudada, no entendía si había hecho algo mal, no comprendía porque de repente todo el mundo me odiaba.

—¿Y por qué me comparó con una tal Elisabeth? —le cuestioné clavando mis ojos en él.

Mi pregunta le sorprendió y provocó que se pusiera un poco nervioso, volvió a callarse y dudó unos segundos antes de comenzar a hablar de nuevo.

—Beth, o Elisabeth, fue mi novia desde los catorce años... —empezó a relatarme. —Yo sabía que era mi media naranja, mi otra mitad, a mis ojos ella era perfecta.

Sus ojos se iluminaron al recordarla.

—Ella era como un rayo de sol que apareció cuando todo en mi vida era oscuridad. Eramos como dos piezas de puzzle que encajaban perfectamente, lo que a mí me faltaba, ella lo tenía.

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