12. Tintes y zapatos

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Mi madre me había mandado un mensaje tras nuestra charla diciendo que había dejado un tupper con comida para que cenaramos aquella noche.

Abrí la nevera, esta estaba repleta de los imanes que mi padre me había obsequiado tras sus numerosos viajes.

—Aquí está —afirmé sacando el frío recipiente y colocándolo en la encimera.

Abandoné la cocina para buscar a Theo. La luz del baño estaba encendida por lo que andé hasta allí y me asomé.

—¿Vas a querer cen-

Le miré desconcertada, él me devolvió la mirada a través del espejo.

—¿Te estás tiñendo el pelo? —le pregunté incrédula.

—Síp —afirmó él impregnándose un mechón de pelo con decolorante mientras sacaba la lengua como signo de concentración.

—¿Ahora?

—Es que así mañana el color del tinte está más vibrante —comentó.

Observé que tenía un poco de dificultad por lo que suspiré una risa y decidí ayudarle.

—Siéntate en el váter —le indiqué riendo—. Déjame que te ayude.

Él obedeció y se quitó los guantes de plástico para dármelos, estuve un pequeño rato untándole mechones aleatorios del pelo con decolorante y envolviéndoselos con papel de aluminio para que el producto hiciera efecto más rápido.

Theo estaba mirando hacia abajo y jugando nerviosamente con los dedos de las manos, quizás incómodo, quizás pensativo. Entonces levantó la cabeza, abrió la boca para decir algo pero arrepentido volvió a bajar la mirada.

—¿Qué pasa?

—No, nada —negó.

—Odio cuando hacen eso, ahora me dices en qué estás pensando —le obligué amenazándole con el pincel del tinte.

Él me miró avergonzado, barajando en su mente si decirlo o no. Evitó mirarme a los ojos y comenzó a jugar otra vez con sus dedos.

—Es que... hay algo que quería decirte desde hace un rato... —comenzó a hablar.

Sus palabras y su actitud tímida provocaron que mis latidos se acelerarán.

"No se va a declarar, ¿o sí?"

—...verás... es que me he dado cuenta...

"No estoy preparada para esta conversación."

—...me he dado cuenta... de que te lleva sonando la tripa un rato, tienes hambre ¿verdad? —soltó.

"Ah."

Abochornada di varios pasos hacia atrás. La cara me empezó a quemar de la vergüenza.

—¡¿Qué dices, idiota?!

—No pasa nada, es inevitable, terminemos con esto y vayamos a cenar.

Me acerqué a él para envolverle el último mechón todavía ruborizada.

—Ajá, sí, tienes toda la razón —comenzó a decir Theo, que había acercado su oreja a mi ombligo.

—¿Se puede saber qué haces ahora?

—Shhh, estoy conversando con tu tripa.

Automáticamente le golpeé en la cabeza, él se llevó las manos donde había recibido el golpe mientras soltaba una ruidosa carcajada.

—Es broma, vamos a cenar.

Después de engullir el contenido del tupper y terminar de teñirle de rojo los mechones decolorados a Theo, me senté en el sofá soltando un quejido de cansancio.

Gracias estúpido universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora