II: Culpa

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El ciervo fue despellejado frente a los ojos de Harry. Vio como su padre rompía la piel y separaba el musculo de él. La sangre se deslizó por la piedra, tiñendo y creando pequeños regueros en la nieve que bajaron hacia el río y se perdieron en su corriente cuando ambos líquidos se juntaron. Harry estaba acostumbrado a esto. A la matanza de animales y el uso de sus pieles, pero algo en particular ahora le hizo erizar los vellos de los brazos y apartar la vista. La saliva de su boca se secó, mientras un peso invisible pero persistente se hacía presente en sus entrañas.

El sonido del cuchillo de Viggo raspando sin piedad la carne y los huesos, como si de esa manera pudiera suavizar su propio dolor físico por la ruptura de su lazo con su madre, fue lo único que escuchó. Lo único que pudo ver a pesar de apartar la vista y clavarla en la lejanía. El olor de la sangre fue lo único que pudo percibir en su nariz, haciéndole gruñir por lo bajo y respirar hondo. Sus dedos se curvaron debajo del abrigo y dolieron al apretar rudamente su ropa para contener un grito de molestia.

Su vómito anterior nadie lo asoció a algo más grande que fatiga. Ivory sugirió que estaba en tal estado por falta de alimento y descanso digno. Pero Harry sabía que, el hecho de no contener nada adentro, se debía a nada más que culpa. Una culpa fría, que lentamente se apoderaba de sus huesos, vertebras, articulaciones. Ver esa sangre fue un recordatorio del rotundo fracaso que tuvo al salvar a Alden. Una tarea tan fácil de llevar, pero en la cual falló como siempre.

No quiso seguir viendo aquella masacre que le hacían al cadáver del animal y disimuladamente se deslizó en el tronco en el cual estaba sentado hasta estar lo suficientemente alejado. Con todas sus fuerzas, solo dirigió sus oídos al sonido del fuego, al olor del humo, a cualquier cosa que se percibiera ahí para no poner atención a como su padre cortaba la carne y la apartaba en el único plato que pudieron rescatar de cuando enviaron a alfas a inspeccionar la aldea. Ahí, trajeron las cosas más básicas y vitales para ellos. Pero ninguno trajo noticias del cuerpo de Louis. Su padre tampoco preguntó por él a pesar de que en su mirada tosca se avistó esa duda. Nadie sabía si los alfas que se abalanzaron sobre Louis lo dejaron ahí o se lo comieron, o si lo despedazaron, o si hicieron cosas peores con su cuerpo por sola diversión de Denébola. Harry... agradecía que nadie lo hubiera mencionado en ese momento también. Porque de solo pensar en que una de esas opciones fuera real...

No quiso completar ese pensamiento. No ahora.

La carne del ciervo fue puesta sobre una piedra grande y plana en su superficie cuando terminó de ser limpiada y cortada. El olor al cocerse inundó el bosque, abriendo el apetito de las personas que alcanzaron a sobrevivir. Los alfas que, junto a su padre hacían guardia, se sentaron alrededor de la fogata, algunos acercaron la carreta al fuego para que el calor pudiera albergar allí dentro y calentara a los ancianos, niños y adultos que continuaban débiles, enfermos.

Harry mantuvo sus manos tensas debajo del pesado abrigo que su padre puso sobre sus hombros sin preguntarle y miró hacia el cielo. Por la posición de la luna y las estrellas, debían ser alrededor de las ocho de la noche. Sirio estaba brillando como nunca, al igual que la estrella roja. La única que se quedaba hasta las diez de la noche, eso le hizo confirmar que la hora de dormir aun no llegaba del todo. Parpadeó y miró donde la carne se asaba lentamente mientras la nieve volvía a caer sobre ellos. La idea de que Louis, Alden y su madre, sus cuerpos, siguieran ahí tirados en Sekgda bajo esas estrellas, congelándose o siendo comida de los lobos... Le hicieron volver a cerrar los ojos y bajar la cabeza. Harry quería eliminar pensamientos así. Detener a toda costa su imaginación cruel, pero ella continuaba alterándolo y albergando escenarios tan escalofriantes, que pronto lo llevarían a vomitar otra vez.

—Toma —dijo Darko, acercando un plato con la carne a Harry, quien alzó su cabeza instintivamente. Sus ojos se encontraron con los verdes de él, tan marchitos y vacíos. Darko tensó sus propios labios para no decir algo sobre Louis que pudiera llegar a herir a Harry, o que dejara en evidencia que aún... su corazón latía por él sin importar que el sentimiento no fuera mutuo —. Come. Y deja de estar pensando en lo que sea que estés pensando ya. Estas pálido como esta mugrosa nieve.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora