LXXVI: Discurso de un rey

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El sol de la mañana se escondió tras unas débiles nubes. Como si supiera la tristeza y la alegría que cubría Nymeria, ellas se hicieron presentes. Harry miró al cielo cuando una nube grande y esponjosa cubrió el sol que calentaba sus hombros. En un parpadeo, Nymeria se oscureció, tornando el momento más íntimo.

El velorio era a las afueras del palacio, en la extensión de hierbas, árboles y piedras del suelo. Los sacerdotes que estaban en palacio decoraron el lugar acorde a lo que se haría. Guirnaldas hechas a papel blanco envolvían los manzanos, los robles y las higueras. Antorchas fueron encendidas alrededor de la planicie, convirtiendo el lugar en algo tranquilo. En el centro, sobre camas de madera, fueron instalados los cuerpos de todos aquellos que no sobrevivieron a la guerra. La madre de Louis yacía ahí en el centro, cubierta por una sábana de seda blanca desde la cadera a los pies. Su cabello castaño caía alrededor de sus hombros como una cascada brillante que contrastaba con su vestido blanco. El rostro no enseñaba más que paz.

Harry la miró desde la distancia, sin atreverse en lo más mínimo a observarla con detención. Había bajado de palacio en compañía de Ivory y Darko más los guardias. Louis aun no bajaba. Pero se habían visto en la cúpula. Él había ido con ayuda de muletas, dos extrañas herramientas hechas de madera para ayudarlo a caminar. Se había vestido con un traje negro con bordados azules, en el pecho el símbolo real le daba un aspecto aún temible, mientras sobre sus hombros caía la capa dorada y negra. No hablaron cuando ambos se reunieron ahí, pero Harry le tomó la mano y no se la soltó en todo el silencio. Compartió su dolor de esa manera, de la manera que Louis pidió.

Louis sobrellevaba las penas así. Sin hablarlas, pero manteniendo cercanía y el máximo contacto físico hasta que ya no podía soportar más y lloraba. Como había ocurrido en la habitación días atrás. Harry desvió la mirada hacia una de las camas a la derecha, cerca del roble y de dos antorchas. Poco a poco la gente de la ciudad se acercaba y decoraba las camas con flores, joyas, ropa y pertenencias de los muertos.

Nadie decoraba la cama en donde Wooyoung y San yacían tumbados el uno al lado del otro con sus manos entrelazadas. Harry había procurado de que los acostaran a los dos juntos, lo más cerca posible. Pero nadie dejaba nada en ellos. Sin esperar que alguien lo detuviera, tomó unas cuantas flores de uno de los jarrones y avanzó a ellos. Al llegar al costado, vio sus cuerpos tendidos, sus rostros cargados en tensión y pesar. Tal vez Denébola no había acabado con Louis o él, pero sí logró separarlos a ellos e impedirles una vida con la que soñaban.

Notó sus ojos escocer, pero no derramó lágrimas. Contempló a Wooyoung, a su cabello negro y la piel grisácea.

—Espero... que en el otro mundo... puedas compartir mesa con San. Que ambos puedan amarse allá tanto como aquí no pudieron. Que en la otra vida si reencarnan... se encuentren y sean felices.

Dejó las flores en la orilla de la cama y luego les sonrió a ambos. Dejando por terminado el rencor con San, perdonando de esa manera lo mucho que le hizo sufrir. Pues su karma había sido mucho peor. Realmente esperaba que pudieran tener otra oportunidad.

Golpes en un tambor se hicieron oír, los que iban a ser tocados para avisar la llegada del rey. Harry se giró, encontrando detrás de él a sus dos guardias. Ellos inclinaron la cabeza y apartaron de su camino. Desde los portones, pudo ver a Louis caminar a cuestas con sus muletas. Su pierna herida la llevaba levemente recogida para que no tocara el suelo, mientras su brazo continuaba sobre su pecho. Cyra lo ayudaba a avanzar junto con Niall.

Harry echó un último vistazo a San y Wooyoung y fue hacia el sitio en donde estaba antes. Ahí, una tarima había sido puesta para su discurso, el cual sería dado antes de que quemaran los cuerpos, dando inicio así a un nuevo reinado con la ida de la reina madre. Louis subió a la tarima y posicionó frente al podio. Harry se paró a su lado y le tomó la mano, ladeando una sonrisa cuando Louis beso el dorso de ella. Una demostración corta pero notable, de que la maldición ya no estaba. Que él había vuelto a ser el de siete años atrás.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora