XLIX: Trampa

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Los ancianos de Haze intercambiaban palabra tras palabra sobre la batalla en Edenva una semana después. Sus voces despedazaban el pobre salón de reuniones, más que voces normales y civilizadas, eran rugidos roncos y soberbios. Todos querían ser escuchados, tomados en cuenta y Harry no sabía cómo demonios hacer que cerraran la boca para lograr que el dolor en su cabeza disminuyera. Lord Huron había tomado asiento en el lado derecho del mesón, frente a Libelle, un modo discreto para hacerle saber a Harry que tenía su apoyo y que no se dejara intimidar por estos hombres.

Pero ocurría.

Harry encabezaba el gran mesón. Tal como comenzó a ocurrir un día después de que Louis se fuera. Libelle lo había encontrado en el suelo frente al trono, paralizado, y lo llevó a su habitación para que nadie de palacio lo viera en aquel estado tan temeroso. Viggo había ido también, pero no ingresó a la habitación. Harry agradeció tener la compañía de su padre en ese momento. Saber que en ese lugar tan grande no estaba solo. Que alguien de su sangre, de su raza, vivía bajo el mismo techo.

Ahora su padre también le hacía compañía en la reunión. Y, por primera vez, comprendió el por qué Louis las odiaba. Los ancianos eran quienes más hablaban e intercambiaban opinión. Ni a él, ni a Libelle le dirigían la palabra. Al menos Narel hablaba y anunciaba las mismas ideas que él tenía en mente acerca de este enfrentamiento, pero la división de opinión era notable y aquella era que nadie lo tomaría en cuenta ni oiría lo que pensaba.

Y Harry... una parte de él se torturaba imaginando a Louis cabalgando por los bosques, mientras que otra le aullaba por poner orden en esa mesa rodeada de animales. Miró los rostros de ellos, sus cabezas rapadas... Había que llevar refuerzos a Edenva, tanto para los soldados como para Louis y los lores que le acompañaron. Comida y armas lo antes posible. No importaba si el cargamento era demasiado, mejor que sobrara provisiones a que se quedaran con las manos vacías.

Harry miró la copa con vino frente a él. No había probado gota de ella en toda la hora que estaba ahí. El olor picaba en su nariz, pero no le producía sed. Alzó la mano y, con el dedo índice, comenzó a dibujar el borde de la copa tranquilamente, mientras ponía atención a los ladridos de los ancianos y se concentraba en el palpitar de su cabeza.

La semana transcurrida había sido un caos, si es que caos se podría describir a todo lo que tuvo que hacer. Se aseguró de que as zonas afectadas a las afueras de la ciudad fueran reconstruidas y terminadas a tiempo, mientras que dejaba una o dos horas para conversar con las princesas que habían decidido quedarse en palacio por la tarde y en la cena. La esposa de Lord Elías, Violette, era simpática y risueña, todo lo contrario a su esposo, pero Aimeé, la esposa de Gaelen... Ella no el dirigió palabra alguna. Sin Louis presente, ella se creyó con el derecho de ignorarlo.

Harry no hizo nada para cambiar la situación. El cansancio le hizo decidir que era más oportuno dejar que la mujer lo despreciara en los paseos por el jardín, dejar que sus preguntas no fueran respondidas y que ella se fuera con Violette, a gastar más energía buscando su amistad. Más tarde, se reunió con Ivory en su habitación. Como consuelo, se dijo a sí mismo que no necesitaba la amistad de ellas cuando tenía a Ivory a su lado.

—No se puede permitir a esa mujer ingresar a Nymeria. Se debe resguardar las fronteras y enviar soldados ahora mismo.

—Concuerdo. Distribuir cincuenta en el norte, sur, este y oeste bastará.

—¿Quién alimentará a esos hombres si se envían? —preguntó Libelle con tranquilidad.

Los hombres la miraron, pero uno de ellos respondió fríamente:

—Podrán reabastecerse diariamente. El bosque rebosa de animales y no están muy alejados del mercado. Pueden venir cuando lo requieran.

—Mmh.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora