LXIV: Esperanzas

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Aunque Harry se hizo una idea de cómo sería aquel día, se encontró con la siniestra verdad de que se mintió a sí mismo. El sabor de la guerra era mordazmente diferente a lo que había pensado y creado en su cabeza. Un silencio que no estaba presente rondaba alrededor de todos.

Ivy yacía sentado en una silla, mirando como un pobre chico no mayor de quince años acomodaba la ropa de guerra para Harry. Prendas que Erix le había dado. Al no contar con el palacio y sus suministros, tuvieron que acceder a usar lo que Erix disponía. Harry intentó ignorar el hecho de que las muñequeras, rodilleras y la chaqueta apretada de cuero con los compartimientos para las armas, sería la ropa con la que iría a la victoria o la muerte. Enterró ese pensamiento en el fondo de su cabeza y corazón y se decidió a repetirse que Louis estaría con él, que estaría ahí a pesar de que la anticipación de la guerra ensombrecía sus facciones.

Cuando el chico ató las cintas de cuero a los costados de su torso, chilló un poco ante el roce de su mano contra la herida ya sana. Louis hizo un ruido con la garganta y miró a otra parte.

—¿Estás seguro que esa herida curó? —habló Erix, cruzada de brazos mientras sus músculos se tensaban bajo su camisa blanca. Había cambiado mucho desde la última vez que se vieron. Estaba más sana, más inteligente y audaz.

Harry asintió con la cabeza.

—Ya curó, pero aún está algo sensible —se limitó a decir, inhalando hondo cuando el chico se alejó. Harry movió los brazos, el cuello de un lado a otro para proceder a hacer un movimiento con el brazo y simular dar un golpe con la espada. Un golpe que se lo daría directo a Denébola en el pecho.

—Esto es una estupidez —declaró Louis, poniéndose de pie y mirando a Ivory y Erix —, déjennos a solas.

Ivory se levantó e hizo una corta inclinación de cabeza, no sin antes dedicarle una mirada a Harry con la pregunta impregnada en sus pupilas. Harry le sonrió en señal de que todo estaba bien. Erix salió a su vez de la tienda y mantuvo la cortina afirmada para que Ivory pasara. Estando solos, Louis se apoyó en el escritorio, sus ojos recorrieron el cuerpo de Harry de pies a cabeza.

—¿Estás seguro que la herida no te causará problemas para luchar?

Harry se miró en el espejo, dándole la espalda a Louis. Lucía tan diferente... como la clase de guerrero que siempre anheló ser. El pantalón era negro y las botas llegaban hasta sus rodillas. La chaqueta tenía mangas largas y por debajo contenían una dureza para impedir que los cortes con espadas le lastimaran la piel apenas lo tocaran. Tocó el material con su mano para luego acercarse donde Louis. El mapa sobre el escritorio había sido reemplazado por armas de todo tipo. Dagas, cuchillos, aguijones filosos... todo estaba ahí ordenado pulcramente, listos para ser usados.

—Tú mismo la viste. No se abrirá la piel.

Louis hizo otro ruido con la garganta y tomó una de las dagas detrás de él. La sostuvo en la mano y la giró bajo la luz de las velas.

—De acuerdo —le acercó la daga a la mano —, comienza a jerarquizar las armas en la ropa, entonces.

Harry se obligó a ocultar una sonrisa, tomó la daga, pero luego...

—Hazlo tú —pidió, poniendo la daga en su cinturón.

Las comisuras en la boca de Louis se alzaron levemente, como un desafío, pero aceptó esa invitación silenciosa para que lo tocara. Su mano enguantada fue al cinturón y, con un solo jalón lo acercó a su cuerpo. Harry se mordió el labio inferior, sin dejar de observar cada movimiento de él. Con la mano libre, Louis tomó los cuchillos y los fue dejando en los compartimientos tanto del cinturón como en las caderas. Harry no apartó la mirada de su rostro, como sus ojos azules se tornaban levemente más oscuros y su aroma emanaba de su piel para marcarlo. Más denso, con esas tonalidades a miel y la noche primaveral.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora