XXXII: Los guantes

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Louis cabalgó a un lado de Zimo por la avenida central de Momoru y ascendieron hacia la colina. Los caballos soltaban la nieve del suelo y levantaban, dejando huellas marrones por donde pasaban. El viento rugía en los oídos de Louis, sacudía su cabello salvajemente y enfriaba su rostro. Había olvidado la sensación de ir a caballo por un prado desolado. Estar sobre su caballo e ir veloz bajo un cielo despejado. Su corazón se sintió algo más ligero al estar afuera y no en las paredes de la casa real. De ver a las personas trabajando, los niños jugar y corretearse entre sí. Le hizo sentir un poco más cerca de casa, que un hombre obligado a mantenerse oculto para no asustar.

Mantuvo su semblante inexpresivo mientras cabalgaba, pero por dentro un cosquilleo suave y regocijante lo iba asaltando una y otra vez. Tras pasar las ultimas avenidas y casas apiladas en los pequeños cerros, cruzaron el puente cubierto por ambos sauces, los mismos en donde él besó a Harry un mes atrás, luego prosiguieron con escalar la empinada colina blanquecina. El viento gélido le hizo arder las fosas nasales y sus ojos soltaron ligeras lágrimas. Louis suspiró aliviado internamente por haberse puesto el abrigo grueso de color negro antes de ir a ese sitio.

Zimo le hizo girar por un camino empinado y le indicó con la mano alzada que era por ahí en dirección derecha. Louis movió sus piernas en la montura y jaló de la rienda. El caballo de pelaje marrón acató su orden al instante y subió el empinado camino mientras el sol creaba una clase de espejo y hacia brillar el paisaje. Louis observó los banderines puestos en fila en cada extremo del camino, donde runas antiguas y en idioma élfico yacían inscritos en ellas. Frunció el ceño al entender lo que decían, las oraciones y protecciones que proclamaban para que ningún ente o brujo cruzara. Ese idioma era el que él usaba con los espías, que esa aldea lo conociera... No era buena señal.

Miró de soslayo a Zimo mientras subían. Ivory iba tras su espalda, sujetándose firmemente de su cintura mientras cerraba los ojos, seguramente por el escozor del viento.

Tensó la mandíbula y volvió a mirar al frente, al cielo azul que parecía acercarse cada vez que subían más y más. Hasta que se detuvieron sobre una superficie plana y grande. Un muro de piedra estaba puesto alrededor y antorchas mantenían un fuego ardiente a pesar del viento. Louis vio que en la colina de grandes rocas grises, dos puertas de madera yacían puestas y cerradas con una gran runa tallada en el centro. Frente a ellas dos manillas de bronce centelleaban peligrosamente. Contempló con cautela el sitio, familiarizándose. Esto, sin duda, debía ser la prisión.

Al frente, Novalie esperaba cruzada de brazos junto a un anciano de cabello gris y...

Orejas puntiagudas.

Louis bajó del caballo de un salto. Su abrigo se sacudió cuando pisó el suelo. Sin apartar la atención de esas orejas, recordó lo que Harry le relató los días anteriores. Urayama. Él debía de ser ese hombre.

Novalie se acercó a ellos. Iba vestida con un grueso abrigo blanco, su cabello negro y liso lo llevaba peinado en altas trenzas que formaban diademas alrededor de su cabeza. Louis hizo una corta reverencia.

—Ha aceptado, majestad —dijo ella —. Espero haya tenido una buena mañana.

Supo a lo que se refería. Harry. Louis evadió el comentario, simplemente porque no quería hablar de Harry con ella. De lo que habían hecho.

—Ha sido grata —confirmó, entregándole la rienda del caballo a Zimo que fue a atarlo cerca de una fuente para que bebieran agua.

Estaba hecha en base a rocas también y agua que caía directamente de las grietas de la colina llenaba la fuente.

—Los rumores vuelan rápido, majestad. Menos que los malos, pero ya sé lo que ocurrió y por qué ha huido tan repentinamente de mi fiesta.

—Espero me perdone —se disculpó —, he tenido... un celo.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora