III: Zimo

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Los rizos de Harry cayeron ante la gravedad y rozaron la nieve del suelo al estar de cabeza, mientras la soga atada a su tobillo le hacía girar lentamente en el aire. Debía de verse ridículo ahí, atado a una trampa como un conejo listo para ser cortado a la mitad y llevado al fuego para ser comido. No podía creer que de todo lo peligroso que habitaba en el bosque, incluyendo a Melaquias que no se sabía su paradero, hubiera caído en una trampa para animales. Como si fuera un novato. Un niño recién aprendiendo orientarse en los bosques. Por su dios, él ya había vivido esto tiempo atrás. Sin embargo, lo más odioso y lo que más le molestaba, era que sus lágrimas seguían cayendo de sus ojos, deslizándose esta vez su frente y perdiéndose en la nieve del suelo.

Frustrado, hizo fuerza en su abdomen e intentó trepar para romper la soga con sus manos, pero estaba demasiado cansado y la falta de alimento le impidió doblarse. Aun así, siguió intentándolo, hasta que la sangre pareció llegar a su cabeza. Jadeó ante la presión y se dejó caer otra vez, llevando sus manos a su frente mientras seguía dando lentas vueltas sobre sí mismo. El blanco bosque fue lo único que le hizo compañía, junto a los mismos pensamientos sobre Sekgda, Louis y la anterior situación. El rostro odioso de Cassian, burlándose de Ivory, hizo que su garganta se oprimiera, ardiera y que la rabia regresara, la cual pareció acentuarse al tener en cuenta que había caído en una estúpida trampa.

La frustración de no poder siquiera dar una vuelta en paz en el bosque, sin que nada malo le pasara, rápidamente comenzó a agotarlo. La respiración empezó a acelerarse y, lleno de impaciencia, dio manotazos al aire y a la nieve para desquitarse. La escarcha salió volando por los aires, manchándole el rostro. Pero a Harry poco le importó. Soltó gruñidos bajos de molestia y continuó dando manotazos a un adversario invisible. Mientras la idea de estar haciendo una pataleta como si fuera un niño lo molestaba aún más. Era tan idiota. Tan inútil. Todos eran tan fastidiosos. Las lágrimas se deslizaron por su frente y se perdieron en los comienzos de su cabello.

Patético.

Él era patético. 

Secó sus ojos con el dorso de su mano, sorbiendo los mocos por la nariz, cuando entre los giros que la soga le hacía dar vio en los arbustos y árboles una sombra moverse. Su estado de alarma inevitablemente se activó y detuvo sus lloriqueos. Harry frunció el ceño y no apartó la vista de ese sitio, mientras rápidos planes se formulaban en su cabeza para defenderse. Podía ser cualquiera el que se estuviera escondiendo, desde un lobo a... Denébola.

La idea de que ella estuviera ahí le revolvió el estómago y le hizo erizar todos los vellos del cuerpo. Tal vez esta trampa fue puesta por Los Rebeldes, esos seguidores que perturbaron por tanto tiempo Nymeria, o la misma bruja. Y como él estaba con la guardia tan baja, esa mujer seguramente pensó que sería la manera más fácil de atraparlo. No falló.

Tonto, tonto, tonto.

Harry llevó sus manos a la nieve y detuvo así los giros que la soga le hizo hacer, mientras fijaba su mirada en aquel punto entre los arbustos e intentaba descifrar qué era la sombra que no se movía. Distinguió los hombros anchos de un hombre y detrás de su espalda dos empuñaduras de espada. Se obligó a no gritar por ayuda, a no hacer nada para que los alfas, su padre, vinieran, pero la sangre fluyó más rápido ahora ante el miedo que se posicionó detrás de su nuca, helándole hasta los huesos y mareándolo.

La sombra se movió y pisadas junto a susurros se escucharon. Harry entreabrió los labios y actuó antes de seguir pensando de lo que se podría tratar. Intentó escalar sobre sí mismo para cortar la soga con los dientes otra vez, mientras sus oídos eran conscientes de las pisadas y las voces que empezaban a tomar más claridad. No quería ver. No quería ver quien era. Los pulsos se acentuaron en sus sienes por la desesperación. Tiró de la soga una y otra vez en busca de romperla o romper la rama en donde estaba amarrada.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora