LVI: Mirando a la luna

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Tras el horrible momento con Iain, Harry decidió visitar a Niall. Con la incertidumbre de todo lo que ocurría y que ahora los ancianos de Haze estuvieran tan encima, rebuscando maneras de pisotearlo, tener algo, una palabra o un incentivo por parte de Niall y sus visiones, podría ayudar.

Salió de la tienda tranquilamente después de limpiar su cuerpo con un paño húmedo y usar el agua sobrante con jabón para el cabello. El tiempo critico que suponía la guerra era horroroso y rebajarse a lavarse así... Harry prefería no pensar mucho en las cuestiones de la higiene. Si la guerra acababa, sabía bien que los privilegios y buena comida regresarían, pero por el momento, no había otra opción más que dejarse absorber por esto. Por la carencia.

La tienda de Niall se situaba lejos de todas las demás, casi rondando los límites del bosque. Harry se había cambiado de ropa y ahora usaba otra camisa, esta vez, de color blanco. La corona era lo único pulcro y digno que traía encima. Las doctoras y medicas hicieron sus reverencias cuando él pasó por fuera y echó un vistazo a los heridos. Al menos algunos ya estaban de pie y podían sostener la comida en sus estómagos. Mientras avanzaba, el césped bajo sus pies crujió y el sol del atardecer, a pesar de lucir como un punto blanco en las nubes, le calentó la espalda.

Harry miró los árboles y al cielo nublado, casi negro. Pensar que más allá aquella mujer se había apoderado de todo, que las personas que no pudieron escapar ahora vivían bajo sus manos malditas... Lo que más se temía se había hecho realidad. Cuanta destrucción llegaría a suceder si él moría. Si Louis moría. Nymeria, el mundo entero, sería manipulado y moldeado a los caprichos de Denébola.

Pero la posibilidad de perder estaba como una espina que no dejaba de incrustarse en sus órganos. Nymeria estaba por debajo de las ventajas de ganar. No había soldados y los pocos que podían combatir no saldrían vivos de la riña. Harry entrelazó sus manos y se pellizcó los bordes de las uñas mientras caminaba más rápido entre las tiendas. Denébola no podía ganar. No podía...

La tienda de Niall mantenía dos antorchas afuera. Símbolos que antes había visto tatuados en su piel ahora yacían impresos en tinta en las puertas. Harry carraspeó alto, esperando que él lo oyese y le diera permiso de ingresar. Desde el fondo, la voz ronca de Niall se hizo oír.

—Entra.

Corrió la puerta de tela cuidadosamente y observó el interior. Solo había una alfombra roja en el suelo a modo de piso, almohadas decoraban alrededor y un olor a incienso perfumaba el aire. La tienda lucía acogedora en su mayoría. Las velas y su color amarillento proporcionaban el ambiente perfecto para descansar y mantener la mente en silencio. Harry entró con sigilo y se sentó frente a Niall. Él estaba cruzado de piernas en el suelo, sus manos descansaban sobre sus rodillas a la vez que sus ojos yacían cerrados. Las líneas de sus tatuajes rojos se pudieron notar con mayor elegancia y distinción.

Recorrían desde el inicio de las cejas y pasaban sobre los párpados, para marcar la silueta de sus mejillas, pómulos, hasta perderse en su cuello y hombros por debajo de la túnica que usaba.

—Huele bien aquí.

—Sé a qué has venido —interrumpió Niall sin abrir los ojos, aun con sus manos sobre sus rodillas. Harry las miró. Vio la terminación del tatuaje en ellas. Las líneas se enroscaban en el dedo medio —, y mi respuesta es no.

—Solo quiero saber si existe una posibilidad para ganar —Le imitó y cruzó sus piernas también, pero su mirada la quitó de las manos de él y esta vez puso atención a su pantalón negro de cuero. Eran tan incomodos.

—Y si te lo digo, el riesgo de que el resultado se alterne es mayor.

—Entonces la hay. Hay posibilidad de ganar.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora