XXXVII: Maldecido

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—¿Estoy soñando? —preguntó, entrecerrando y llevando la mano derecha sobre sus cejas para cubrirse los ojos ante la ráfaga de viento que de pronto sopló. Copos de nieve y pequeñas escarchas se pegaron a su cabello, a la piel desnuda de sus hombros, tornándola roja.

La profeta se paró frente a él. Continuaba tan alta y esquelética como recordaba. Con la piel pálida, los dedos huesudos y los labios azules. Una breve sensación de ya haber vivido esta misma escena lo embargó. Harry miró a la distancia para familiarizarse con el sitio, visualizando los árboles que se perdían a lo lejos, el viento que traía consigo la nieve. Sin duda era un bosque de su tierra. Sekgda. Jamás podría olvidarlos o confundirlos.

Pero... los vellos del cuerpo se le erizaron y se abrazó a sí mismo para apaciguar el estremecimiento. Si la profeta estaba aquí, si él estaba en un bosque de Sekgda, suponía que noticias desagradables estaban por venir.

Darko.

—¿Has venido con malas noticias? —se atrevió a preguntar.

La profeta inhaló profundamente.

—Sí. Harry Strøm.

—¿Darko está bien?

Ella negó, la falda de su atuendo flotó espectralmente alrededor de sus pies flotantes. El corazón de Harry se detuvo unos segundos. Su garganta se secó.

—No he irrumpido tu buen dormir para traer noticias de tu amigo. He irrumpido tu buen dormir porque debo advertirte de una fatídica noticia que está a punto de suceder, y que tiene que ver contigo.

Frunció el ceño. Sus brazos perdieron fuerza y cayeron a los costados de su cuerpo. Consciente de que estaba desnudo ante la profeta, no le pareció vergonzoso a algo impúdico, no pudo parecerle vergonzoso cuando lo que acaba de decir lo había desconsolado por completo. Sacudió la cabeza para salir del leve aturdimiento y retrocedió. Miles y miles de pensamientos se abalanzaron a su mente. Razonables y no. Pero no pudo descifrar nada. No pudo entender nada más que la guerra y Denébola.

—¿Es... es Denébola?

—Sí.

—¿Viene a Nymeria? —su corazón comenzó a latir frenéticamente. Si ella ya venía, ya estaba en Nymeria, querría decir que se encontrarían en una gran desventaja y la gente podría estar corriendo peligro. La profeta no respondió por un largo rato. Por primera vez, Harry percibió un deje de nerviosismo o tristeza en ella —, dímelo.

Los ojos negros de la profeta miraron la nieve bajo sus pies cuando él insistió, para luego llevarlos hacia él. Lo miró directamente.

—Oh, muchacho. Ella sí viene, pero hay tiempo todavía. Lo que vine a advertirte hoy es doloroso y terrorífico. Vengo a avisarte para prepararte y que no caigas en la locura en el mundo terrenal. Porque eso es justamente lo que ella quiere. Ataca a los humanos donde sabe bien son vulnerables y débiles. Sus corazones. Sus sueños. Sus esperanzas.

—¿A qué te refieres?

La profeta permaneció otros segundos en silencio. Harry esperó su respuesta sin darse cuenta que su corazón había comenzado a latir dolorosamente en su pecho. Pinchazos le robaron la respiración.

—Denébola te maldijo, Harry Strøm. El día en que ella, vestida como un pobre omega, tocó tu vientre con sus manos, maldijo tu cuerpo. Ahora cada niño que intentes engendrar morirá dentro de ti. Como castigo por lo que ella sufrió. Como castigo por lo que Louis le hizo a su hija, tu no podrás ser madre hasta que la maldición se acabe con la muerte de ella.

Harry retrocedió. Sin comprender del todo pero a la vez viendo todo muy claro. Eso ya lo sabía, por supuesto, Denébola había enviado a Kamari a golpearlo y destruir su útero, pero... pero si la profeta estaba aquí, significaba que esto se había tomado un camino diferente. Entreabrió los labios. Sus hombros subieron y bajaron al compás de sus respiraciones temblorosas.

The king's heart (l.s) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora