CAPÍTULO 2

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Bajo órdenes directas del emperador el prisionero fue trasladado a las montañas de un pueblo rural, donde la vigilancia era mínima. 

Confundido por la decisión repentina del monarca, el prisionero intentó escapar hasta que una mujer conocida se interpuso en su camino. 

"..."

La amabilidad con la que lo miraba era la misma de antes.

"Qué significa esto?" 

"La sentencia se llevó a cabo."

"...!"

"Desde hoy, el Gran Duque Gael Daymond está muerto."

La sorpresa en el rostro del hombre era claramente visible. 

"Debes tener muchas preguntas pero es lo único que puedo decirte-" 

"Detente."

El tono enojado con el que se dirigió a mí me asustó por un momento. 

"Fue mi decisión morir cuando me fui en contra de su majestad, no te interpongas en mi camino."

"...!"

Mi cuerpo se movió por si solo cuando noté su intención de regresar. 

"¿No puedes quedarte?" 

Mis manos se aferraban a su ropa como si dependiera de esta. 

Era incapaz de pronunciar algo por temor a echarlo perder. 

"No es necesario regresar por ahora, solo serán 3 días." 

Ocultando mi rostro entre su espalda noté sus puños cerrarse con fuerza. 

'¿Qué puedo hacer?'

"Al igual que tú, soy muy egoísta."

"...!"

"Aún si es por un corto tiempo... elígeme a mí." 

Las lágrimas que intentaba ocultar hasta ese momento caían sin control y ninguno de los dos se movió por un largo tiempo. 

'¿Lo había conseguido?'

Después de ese incidente el resto del día fue tranquilo, la cabaña que se nos fue otorgada para nuestra estadía era lo suficientemente amplia como para realizar distintas actividades, entre ellas el tiempo de descanso era mi favorito. Cada que el reloj marcaba las 8 era capaz de encontrar un refugio entre sus brazos y al segundo día él no parecía tan incómodo como al inicio. 

Las visitas al mercado del pueblo también eran divertidas pues la mayoría nos consideraba una pareja recién casada, comer bajo las estrellas, disfrutar de los campos abiertos. 

"Son mis favoritas." 

Dije mientras señalaba las flor nube. 

Al tercer día, durante el camino a casa nos encontramos con una mujer pidiendo ayuda. 

En sus brazos cargaba el cuerpo de su hijo y rogaba por atención médica, pues algunos trucos de Gael para tratar con lesiones lo había convertido en el doctor del pueblo.

Fue en esa misma tarde en la que revelé uno de los dos grandes secretos que ocultaba.

Con el pretexto de analizar la situación del niño me escondí en una de las habitaciones para lograr mi objetivo. 

"...!"

La daga con la que intentaba cortar mi muñeca fue arrebatada en unos segundos por el hombre de expresión enojada. 

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