Izuku es sordo.
Pero él no nació así.
Debido a un accidente, perdió su capacidad auditiva y dos de las cosas que más amaba.
Desde entonces, su alma se apagó y ese brillo resplandeciente que solo lo caracterizaba a él; se fue. Después de ese trágico...
Después de lo sucedido aquel día, Izuku tenía mucho en qué pensar.
En primer lugar, estaba la cuestión del grado de intimidad al que habían llegado.
En segundo lugar, estaban las palabras que Shoto le había dicho con respecto a la parte de su pasado que le había contado.
Y eran precisamente esas palabras las lo que habían llevado a esa situación. Ahora mismo él estaba ahí, sentado ante un piano que lo intimidaba y no entendía el por qué. Según Izuku, nadie lo sabía, pero él solía sentarse frente al piano cuando extrañaba mucho tocar. Solía producir cualquier melodía que se supiera de memoria y, a pesar de que no podía escuchar lo que él mismo tocaba, simplemente lo hacía porque era algo que no podía dejar, porque tiempo atrás, se había convertido en una parte de él.
Así que no era la primera vez que tocaba sin escuchar, ¿pero por qué en esa ocasión se sentía diferente? No iba a hacer algo muy diferente a lo hacía en ciertas ocasiones, pero aún así, había algo que era muy distinto.
Quizás era ese sentimiento que lo hacía sentir como si fuera a tocar como lo hacía antes. Ya no como melancolía sino como parte de él. Era raro y confuso.
Suspiró, preparó sus manos sobre las teclas y simplemente se permitió fluir.
No estaba seguro de querer seguir su camino en la música, pero si lo que Shoto decía era cierto, que la pasión podía mover realidades y que, el podía encontrar su melodía en los lugares más inesperados, como el silencio; era cierto, no tenía nada que perder si lo intentaba.
Si solo por momentos, intentaba adquirir la misma destreza de antes y el no escuchar no fuera un impedimento, quizás podría hacerlo funcionar, porque si algo había descubierto Izuku durante los momentos en los que tocaba por nostalgia, era que podía sentir las vibraciones de las notas. Sí, era aún mar raro que todo lo que estaba sintiendo, pero podía hacerlo.
En cuanto más aguda era la nota, más suaves y finas eran las vibraciones, y en cuanto más grave era, más fuertes y densas eran. Suponía que eso debía servirle de algo, además, incluso si no lo hacía, durante el tiempo en el que era músico de lleno y podía escuchar, se había aprendido de memoria cada nota y como esta sonaba. Utilizando su memoria como recurso y las vibraciones bajo sus dedos, le daba la ilusión que podría funcionar; podía hacerlo, si solo lo intentaba, si solo tomaba las palabras de Shoto como inspiración, quizás, solo quizás, podría recuperar una pequeña parte de lo que perdió y aún podía obtener.
Sin más, tímidamente y dudoso, tocó la primera nota, después la segunda, prosiguió con la tercera y la cuarta y finalmente se dejó llevar.
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