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—Adelante, señor Craig —lo recibió una de las empleadas. Este asintió y se adentró en la casa Streoss. Desde donde estaba, se escuchaban gritos y risas—. Pase, están en el jardín.

Siguió a la mucama y entonces se detuvo frente a una mesa delicadamente servida. Samantha corría descontrolada, esquivó a dos de sus hermanos que, al intentar atraparla, terminaron uno sobre otro. Ella les sacó el dedo medio, burlona. No se detuvo, le aventó el balón a Camille, él lo interceptó sin problemas y fue cuando Esko alzó los brazos y gritó después de recibir el pase del mayor Streoss, aventando el balón con fuerza al césped brincando, rugiendo.

Samantha corrió hasta él, se trepó como un mono en su espalda, el mayor se aproximó y ese par se lanzaron sobre el hombre. Fue en ese momento que los tres le sacaron el dedo medio tumbados en el jardín a los otros, que lucían frustrados.

Pestañeó asombrado, asomando una sonrisa. Era pura energía aquel lugar, sin contar a Madelene y Londo, a un lado, riendo y sacudiendo la cabeza. Entonces la mujer lo vio.

—Dios, Kylian —exclamó apenada. Su esposo volteó enseguida. Ambos se irguieron. Este se aproximó, sintiendo que había invadido algo íntimo. Esa familia era algo que apreciar, que admirar en realidad.

—Buenos días, Madelene, Londo —saludó sonriendo, intentando recuperarse de lo que ese cuadro tan cálido le generó—. Me hicieron pasar, una disculpa —completó estrechando la mano de su socio y dándole los dos besos de cortesía a la madre de Samantha.

—No, no lo digas, esta es tu casa. Solo estaban...

—Kylian —escucharon aquella voz. Enseguida apareció la pelirroja, sonrojada debido al esfuerzo, despeinada de esa manera dulce como al día anterior, después de haber compartido su cuerpo y con una sonrisa de asombro.

—Buen día, Samantha.

La joven sintió como su voz profunda y masculina recorría su piel, entonces fue consciente de que no se había duchado. Mierda. Abrió los ojos de par en par.

—Dios, lo lamento, se me fue el tiempo —respingó avergonzada.

—¿Qué hay, Craig? —dijo Camille, agitado también, diferente a como solía verlo. Se estrecharon la mano.

—Nada, pero ya veo que ustedes se divertían —señaló. Los demás fueron llegando.

—Es una tradición —intervino Kyle, saludándolo.

—Sí, lo es —concedió Esko, sonriendo.

—Debo ir... Dios, en serio no tardo —murmuró Samantha apenada con todos alrededor.

—No te preocupes, hay tiempo.

—Sí, quizá quiera jugar con nosotros.

—¡Ni se les ocurra! —regañó Madelene a Damen, luego miró al recién llegado, sonriente—. Seguro prefieres estar adentro mientras Samantha se da prisa, ¿verdad, mi amor?

La joven asintió, le dio un empujón a Ankel que la fastidiaba y se marchó.

—Te aseguro que no quieres té —expresó Kyle con mofa, desafiando al recién llegado. Kylian se rascó la cabeza.

—Mujer, déjalos, son jóvenes, pero yo sí te acepto uno —intervino Londo, rodeando sus hombros. Ambos hombres se miraron con complicidad, dejando de lado los asuntos que en realidad los atañían. Los dos sabían que ese no era el momento, ni el lugar.

Camille silbó alejándose.

—Esko y yo somos juntos, Kylian ocupa el lugar del huracán —avisó a gritos.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora