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Samantha comenzó a quitarse la sudadera bajo la mirada penetrante de Kylian. La manera en la que había hablado, sus palabras, esos ojos... La luna en cuarto menguante iluminaba poco, pero lo suficiente como para que aquel lugar pareciera salido de un cuento fantástico, lleno de personajes míticos e increíbles, pero ella solo podía ser presa de esos iris potentes, que parecían querer decir tanto.

Pronto quedó en sujetador, él se pasó la camiseta por la cabeza, sin esperar, ambos sonrieron sintiéndose de repente osados, infantiles también, como si fuesen dos niños descubriendo algo nuevo, algo ajeno.

—Eres hermosa, Samantha —consiguió expresar el hombre, humedeciendo su boca y es que había llegado a ese penthouse, después de haber aguantado la mirada perspicaz de Karan durante el trayecto de regreso, solo atinó a darse una ducha helada y salir a la terraza, donde el aire soplaba con furia. Pero no, no quería estar ahí, no quería ese silencio, añoraba su cuerpo, ese mismo en el que se hundió la noche anterior, pero por alguna razón sentía que había sido siglos atrás.

Apretó el barandal cromado, negando. No, quería algo más y no entendía qué era, pero sintió en cada célula el ardiente impulso que a últimas fechas aparecía más y más, entonces se puso unos vaqueros, esa camiseta, tomó los llaves de la moto, la misma que hacía tiempo no usaba y decidió dejarse llevar porque en ese momento no comprendió lo cansado que estaba de contenerse, el costo de resguardar lo que en realidad dentro de él rugía y ansiaba emerger; ira, sí, pero sobre todo ímpetu, vitalidad, un rugido interno que añoraba ser liberado para emerger de una maldita vez.

Entonces, al llegar, estacionó el vehículo afuera. Sabía que de alguna manera eso no la amedrentaría, la excitaría en realidad. Entró por la puerta aledaña, no era que la residencia no tuviese suficiente seguridad, pero Lautano sabía burlar eso sin problemas y aunque imaginó que se opondría pues sus principios eran feroces, impresionantemente no se negó y le abrió la reja para paso peatonal invitándolo a pasar como si fuese el príncipe de Inglaterra. Kylian solo le dio un golpe en el hombro, fingiendo que no lo asombraba e ingresó a la asombrosa propiedad Streoss.

Adentro caminó con sigilo, no contaban con perros, pero no quería alertar a nadie y nunca se sabía, entonces la vio. Estaba aferrada al pasamanos de su balcón, con el cabello ondeando, pasó saliva, endureciéndose, sintiéndose un chiquillo. Sí, quería no pensar en nada salvo en ella, en lo que estaba despertando.

La joven, despacio, acercó una mano a su trabajado tórax. Debía sacarle más de una cabeza y eso de alguna manera le gustaba tanto. Trazó un pectoral con el dedo índice, luego el otro. Nunca había sido osada para el sexo, tampoco era algo que se preguntara el motivo, simplemente no ansiaba más, o sentir más. Pero con él era imposible, lo quería todo, no con anhelo, sino con desesperación, con bravura.

Descendió por su abdomen y cuando llegó al filo del elástico del bóxer, regresó el camino.

—¿Qué pasa si hago esto? —preguntó con voz apacible y sin darle tiempo de responder, acercó su boca a uno de sus pezones. Kylian sujetó su nuca soltando el aire.

—Me excitas, pelirroja —respondió con voz ronca.

La joven, en respuesta lamió aquel sitio, tomó la punta entre sus dientes consiguiendo con ello que él soltara un jadeo profundo. Sonrió satisfecha por saberse la responsable de esas reacciones y volvió a lamerlo con atención, disfrutando de la forma en la que esa gran mano envolvía su cabeza y su dedo pulgar masajeaba la parte trasera de su oreja.

—¿Y esto? —preguntó con fingida ingenuidad, descendiendo.

—Me excitas mucho más —aseguró con el aliento entrecortado. Ella pasó su lengua por aquella piel cálida, firme y la detuvo en el botón del vaquero. Su erección era más que visible, pasó una mano sobre esta, para enseguida desabotonarlo, hincada frente él.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora