⋆70⋆

13K 2K 218
                                    

Kylian pestañeó confundido, bajando los papeles.

—Samantha... —la nombró con dolor. La joven se acercó dejando una prenda dentro de la maleta con descuido. Él no se atrevía a despegar los ojos de su rostro, de ella en realidad. Imaginar una vida sin su presencia, sin su voz, lo hacía sentir terriblemente solo, desolado, más sabiendo que eso era justo lo que se había buscado—. ¿Qué intentas? Postergarlo no tiene sentido. Puedes pedir lo que sea, te lo daré... No objetaré a nada.

Sam arqueó una ceja, serena.

—¿Seguro? —lo cuestionó consiguiendo con ello confundirlo más. Kylian se frotó el agotado rostro.

—Pelirroja, no te merezco, esto debe acabar. Eres... eres demasiado para un hombre como yo. Lo arruiné y no hay nada que pueda cambiar eso —determinó con los ojos anegados, impotente, pues veía como esa mujer, la que consideraba aún su mujer, buscaba aferrarse a ese absurdo, a lo que creía que podría ser.

Le había hecho mucho daño, debía alejarse, rehacer su vida lejos de la mierda que implicaba para ella. No permitiría que fuese de otra manera aunque esa hermosa pelirroja lo intentara y sabía que por ello la amaría más, mucho más.

Samantha, acongojada, pero con la ira recorriéndola también, alzó una mano y apoyó la palma en su mejilla fría.

Lucía tan perdido.

—Kylian... te necesité, ¿sabes? —comenzó al igual que los sollozos. Su labio tembló mientras intentaba seguir, mientras Kylian derramaba lágrimas porque sabía que era lo justo, que debía escucharla—. Me dejaste sola, tanto en este matrimonio, como en mis sentimientos y en la partida de nuestro bebé —expresó sin soltar sus ojos, notando como cada palabra se le clavaba en el alma, lo hería más, pero las sentía necesarias.

Su aún marido, dejó salir un gruñido cargado de frustración y rodeó su delgado cuerpo pegándolo al suyo, aferrándose a su aroma cálido y dulce, a su piel suave.

—He sido un idiota, maldición, a tu lado siempre lo he sido y no tengo justificación —susurró con la voz ahogada por el llanto que explotaba en su garganta pero que no emergía como cascada, a diferencia de ella, que en un puño apretaba su camisa escondiendo la nariz en su cuello, abandonándose a su fuerza, esa que la sostenía, que debía dejar ir—. No puedo tenerte a mi lado, no debo. No soy bueno para ti, Samantha. Date cuenta de todo lo que he hecho —expulsó apretándola, sabiendo que esa podría ser la última vez que la tuviera así.

—Deja de comportarte como un cobarde, Kylian —la escuchó decir en su oído, con voz rota pero firme, por lo mismo su corazón se detuvo, mientras ella sujetaba su cabellera con fuerza, pero sin lastimarlo—. Deja, maldita sea, de huir —exigió alejándose, buscando sus ojos.

Ambos eran un desastre, pero Samantha lucía más determinada sin duda, más entera pues él ya estaba convencido de estar hecho pedazos por dentro y no tenía ni el impulso ni motivación para repararse, ya no.

—No estoy huyendo —susurró a cambio, sin convicción.

—Sí lo haces, huyes de ti todo el tiempo y yo no puedo perseguirte, exigirte enfrentar el mundo. En este momento necesito de mí —rugió apretando una mano sobre su vientre, llorando—. Me voy a Londres —soltó. Kylian retrocedió al instante, como si lo hubiesen golpeado, quedándose sin aire, aterrado al comprender que la perdería de forma definitiva.

—Samanth...

—No, escucha bien —ordenó interrumpiéndolo, llorando aún, pero llena de seguridad—. Si en algún momento estás preparado para enfrentar tus miedos y al mundo con la verdad, con tu verdadero ser, a convertirte en el hombre que merezco, entonces sabrás como encontrarme, Kylian.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora