A las diez salían de ahí. Carry y Wagner le habían caído de maravilla, para su asombro y aunque ese tipo de cosas no eran lo suyo, él no podría recriminarle nada.
—Espero haber hecho bien mi trabajo, señor Craig —gruñó ya sin poder contenerlo, una vez que ponía en marcha el auto.
—Es justo lo que espero de ti, pelirroja —le respondió divertido al notarla enfurruñada y es que durante toda la noche notó que hacía su parte, no le costaba trabajo, su encanto era natural, su educación, la manera de desenvolverse, sin embargo, de alguna manera, sabía que no era algo que le agradaba y eso sin remedio lo intrigó.
—Vete al infierno —dijo malhumorada, ansiando quitarse ese maldito vestido, los zapatos, el peinado que hacía que le doliera la cabeza.
—Vamos a mi apartamento, en realidad. Acordaremos de una vez esto, así no hay sorpresas.
Samantha recordó que había dicho algo al respecto cuando la recogió. Recargó la cabeza en el respaldo, frustrada. Él la miró de reojo, arqueando una ceja. Luego la vio alzando las manos y comenzó a deshacerse el peinado.
—¿Qué haces? —quiso saber, girando a la derecha. Esa chica no se podía quedar quieta ni un instante, se preguntó.
—Quitándome este maldito disfraz, o qué crees.
—No te llevaré a tu casa despeinada —zanjó con autoridad. ¿Qué ocurría con ella?
—Pues si sabes peinar, se resuelve —contraatacó sin detenerse hasta que de pronto su melena rojiza quedó libre y la sacudió emitiendo un gemido que endureció casi en el acto a Kylian, que aferraba el volante. Ese aroma a lilas, natural, viajaba por todo el maldito auto y luego ese jadeo.
—Bien, si lo que quieres es que piensen que avanzamos rápido, por mí no hay problema, en realidad queda perfecto —reflexionó irritado por la manera dolorosa en que su miembro reaccionaba a ella. Era ridículo, no le ocurría desde la secundaria.
Ella volteó a verlo, pestañeando.
—Todo tiene un uso, ¿verdad? Nada puede salirse de tu super plan —riñó entrecomillando lo último con sus dedos.
—Creo que ya me empiezas a conocer y debes saber que cada provocación que hagas, tendrá una reacción en mí. Ya sabes ahora a qué atenerte.
—No todo gira en torno a ti, te lo aseguro, en mi caso, nada. Qué no se te olvide nunca que me chantajeaste y que lo que haga será por esa razón, no porque quiero —dijo con orgullo y comenzó a quitarse los zapatos.
—Si tu plan es desvestirte y comenzar desde ya con esto, me parece acertado —la provocó perdiendo un poco la vista en ese pequeño trasero que toda la noche lo tuvo atento y es que lo meneaba de una manera femenina, suave, casi dulce.
Ella alzó el rostro, resoplando y se quitó con las manos el cabello del rostro, molesta. Era bellísima sin duda, pero no de una forma clásica como había pensando en un inicio, sino caótica, porque la dulzura de su rostro, de sus pecas, de ese cabello la hacían ver a la par de ingenua, ardiente, como si fuese una tormenta que barre con todo, aceptó mientras entraba al subterráneo del edificio.
—Contigo no tengo que actuar, así que para que sepas odio los tacones, odio los peinados estúpidos y vestidos ridículos, pero haré lo que exiges de mí en esta ridiculez, lo cierto es en tus sueños obtendrás algo de mí de buen agrado, Kylian, grábatelo muy bien —determinó.
La mirada que notó en él erizó su piel pecosa, era penetrante, fuerte.
Kylian, molesto también, alzó una de sus manos y la tomó por la barbilla con firmeza, acercándola a su rostro. Enseguida notó como la respiración de la joven se disparaba y sus preciosos ojos se agrandaban. Pero no vio miedo, si no asombro. Entonces, enfocó su atención en sus labios llenos, delineados, que ya no llevaban pinta labios.
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Solo para mí. Serie Streoss I •BOSTON•
RomanceKylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuenta de que una de sus más grandes inversiones corre riesgo, furioso, decide hacer algo al respecto. Esa llamada con su padre, aquél cóctel org...