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24 de diciembre de 2015, Nueva Jersey
La noche estaba a punto de caer sobre la ciudad de los jardines, una ligera capa de nieve cubría el suelo mientras que el pasto y las flores estaban adornados con pequeños y delicados copos, brindando un bello espectáculo a las pocas personas que aún transitaban por las calles.
Eran pasadas las 8 de la noche, cuando un hombre cruzó la calle central. Era alto, de tez pálida y estaba utilizando un gorro de lana y una bufanda de tartán, lucía irreconocible. Llevaba las manos escondidas dentro de los bolsillos de la gabardina negra que llegaba hasta el suelo, entró a un Seven Eleven y compró un par de cervezas.
Gerard Way se encontraba en su hogar, pero mentalmente perdido. Había viajado desde su hogar en California a visitar a su familia por Navidad. Fue mala idea intentar llegar de sorpresa, ya que su madre se había ido de viaje con su pareja actual por lo que Gerard había encontrado su antigua casa vacía y al llamarle, ella le confirmó que habían tomado un vuelo un par de días antes para pasar Navidad en una playa del sur.
—Cariño, lo siento tanto... Podrías intentar tomar un vuelo y alcanzarnos, o podríamos volver...
—No te preocupes, mamá. Estaré bien, iré a casa de unos amigos de Newark y la pasaré con ellos.
—De acuerdo, estoy aquí si cambias de opinión.
—Claro, te quiero mamá.
—Y yo a ti, Gee.
Mintió. No tenía a donde ir. Le parecía demasiado descortés llegar de sorpresa a casa de algún amigo que no veía hace tiempo y colarse en una fiesta de Navidad. Su hermano Mikey y su esposa Kristin estaban pasando Navidad en Disneyland, con sus hijas. Verdaderamente no había nada que hacer.
Decidió rentar una noche en un motel y el más cercano que encontró disponible estaba a unos kilómetros, así que tomó un taxi y partió hacia allá. Decidió que quería salir a pasear por la ciudad y más tarde pediría comida a la habitación y para acompañar su cena navideña salió por un par de cervezas.
Estar solo no era malo, ¿o sí?
La Navidad es un día cualquiera de diciembre, no debería suponer una tortura el no tener nada que hacer, pero era imposible que el frío, la gente apresurándose a llegar a casa, cargada de regalos y comida para pasar un rato con su familia, las luces, la nieve, la música y todo en general no le trajera un montón de recuerdos.
Añoraba más que nunca las Navidades de su infancia, donde junto con Mikey abrían los regalos que les había traído Papá Noel, las primeras figuras que tuvo de Star Wars, su primer sable de luz y las horas y horas que pasaron corriendo y jugando por toda la casa juntos. Nunca necesitó a nadie más que su hermano, pero ahora incluso él tenía su propia familia.
Y añoraba, sobre todo, las navidades que pasó al lado de Mikey y de su banda. Junto con Frank, Ray y el resto del staff pasaron muchas navidades juntos, en hoteles de paso o en casa de alguno de ellos. Normalmente comían cualquier cosa, tomaban hasta el amanecer e intercambiaban regalos e historias. Deseaba como nunca volver a aquellas épocas.
