8°- From Eden

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El hombre llevaba una cara de domingo de lluvia mientras la misa sucedía

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El hombre llevaba una cara de domingo de lluvia mientras la misa sucedía. El Padre estaba terminando un rezo mientras tenía una copa de vino en la mano y los feligreses recibían el pequeño pancito en la boca, que en realidad no sabía a nada, y a Frank le parecía un poco loco que creyeran que eso era el cuerpo de Cristo, bueno, no literalmente. 

Tenía una cara de culo porque luego de que la misa terminara y de que esas personas se fueran, debía limpiar hasta dejar reluciente el suelo y cada banca, ni siquiera estaba allí por gusto, debía cumplir seis meses de trabajo social si no quería ir a prisión por un año. 

Verás, todo había pasado hace un mes, cuando, en estado de ebriedad, chocó un buzón y se estrelló contra el árbol de algún vecino, en medio de la noche, cuando todas esas bonitas familias blancas americanas descansaban. Si le preguntas a Frank, en realidad no recuerda nada, solo sabe que terminó fuera del auto, con la frente ensangrentada, "vivo de milagro", le habían dicho los de la ambulancia. 

Por el bien de su trasero, eligió la labor social. No sabía a qué lugar le destinarían, ya que podría ser desde pavimentar las calles, hasta limpiar hospitales, pero era algo irónico que le enviaran a una iglesia, sobre todo a él, un ateo de primera, o como había escuchado a una de las señoras que asistían a misa “un buen servidor del diablo”. 

A los ojos de esas personas, él era el anticristo personificado, y a pesar de que le daba algo de gracia, no le agradaba estar allí, aún así disfrutaba usar musculosas y enseñar todos esos tatuajes que asustaban a aquellas personas, en su diario mental siempre se repetía “y eso que no saben que soy marica”, bueno, era bisexual, pero las mujeres le intimidaban y los hombres eran los únicos a los que atraía realmente. 

Y hablando de hombres, el Padre estaba llamando más que su atención desde que había entrado a trabajar allí, tenía un aura misteriosa, era callado y hablaba con él solamente cuando debía ordenarle a hacer algo, Frank quería hablar más con él, tal vez para alimentar la especie de platonismo que desarrolló en cuanto le vio, pero Gerard, parecía ser bastante esquivo, aunque la tarde luego de aquella misa, le sorprendió que se haya acercado a él mientras limpiaba. 

Frank estaba sudando, muerto de sed, tuvo que levantar cada banca para acomodarlas al fondo y así poder limpiar el piso, y Gerard se acercó con un vaso de agua helada, el tatuado no dudó en incorporarse y verle sorprendido al cura, el hombre pelinegro con la sotana simplemente le sonrió con cortesía. 

—Gracias, estaba muriendo de sed —comentó Frank, antes de beber ruidosamente todo ese vaso repleto. Sabía que era demasiado vulgar para estar allí, desde su ropa, su corte de pelo, hasta esos ruidos que hacía al beber, se sentía juzgado en todo momento, no por el Padre, sino por esos cuadros renacentistas de Jesús y los santos en cada pared de la parroquia—. Uh, en la noche no saldré, así que puede cerrar la iglesia —dijo por decir, tenía esa inminente necesidad de seguir creando una conversación, pero casi siempre fallaba en el intento. 

FRERARDTOBER 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora