12°- No deseado

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Aún lo recuerdo

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Aún lo recuerdo. Recuerdo sus manos, toscas, el tono de voz que usaba al gritarme y la fuerza que usaba para sujetarme. El dolor, que cada vez que pensaba en él podía sentirlo. Sus ojos intimidantes, café oscuro, muy oscuro. Y el delineado que sus manos hicieron por mi cuerpo, mi preciado cuerpo.

Todo por culpa de la renta. ¿Y cómo no?, ¿de dónde se supone que iba a sacar el dinero? ¡Trabajando!, por supuesto, pero eso no bastaba.

Si de dinero se trataba, nunca era suficiente. No para mí.

Lo recuerdo todo.

―Y bien, ya sabes lo que debes hacer ―habló el hombre.

Lo peor era su tono de voz irritante, no era gruesa como se esperaría, se emocionaba y disfrutaba hacerme sufrir, lo sentía en cada palabra que pronunciaban sus labios. No era necesaria una sonrisa para denotar su felicidad.

Lo miré disgustado, pero se me quitó la expresión al instante, recordé los ochocientos dólares ―en efectivo― que estaban sobre la mesa. Y ahí estaba Benjamin Franklin con una casi sonrisa, siendo el único testigo de lo que estaba a punto de suceder.

Y sí, por alguna razón mis memorias no se han bloqueado, es una perdición.

La habitación apestaba a un sinfín de cosas, principalmente alcohol y cigarrillos. En la mesa había restos de un polvillo blanco que ya se me hacía muy conocido ―venga, cocaína.

Quería huir de todo.

―Esta vez no usaré protección ―habló determinado.

¿Qué se había creído? Como si entregarme no fuera lo suficiente, exigía aún más de mi parte.

E incluso sería mucho más fácil si mi cuerpo no fuera así. No me sentía cómodo, ni siquiera en la calle, allí era toda una pesadilla.

Me negué, claro estaba, pero él ni se inmutó. Recuerdo las cosas que decía: «por eso tu novio se alejó de ti», ¿alejarse de mí? Ni siquiera habíamos tenido sexo una sola vez y estuvimos juntos por más de tres años. «Él prefería una princesa, no esto», y la que más repudiaba «yo te puedo hacer una, serás toda mía».

Sentí un asco terrible mientras me quitaba las prendas, de una en una y muy lento, me quité la camiseta, las zapatillas, el pantalón y ya solo quedaba en ropa interior. No quería deshacerme de mi binder, no frente a él, aunque comenzó a insistir y si no me lo quitaba yo, él lo haría, tan desesperado como se veía. Me acosté sobre la cama con dificultad, esta vez me dejaría hacer para que todo acabara rápido.

O eso pensé. Las cosas que uno piensa y va planificando no siempre salen como se esperan, y así como sucedió esto, me llegó la noticia de que mi novio había llegado de París. Me sentía bien por él, es verdad que quisiera tener una vida similar a la suya, pero tampoco le deseo que pase lo que a mí. No sabía nada de esto, lo estuve ocultando de todos, pero Gerard sería el primero en saberlo ―aunque deberían ser mis padres.

FRERARDTOBER 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora