Jueves

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"No hago esto por alguna razón en especial" se dijo mirando su reflejo. Termino su pulcra rutina para prepararse a salir de su casa y se dirigió a la estación del tren.

"Solo es una ruta diferente" llevaba semanas repitiéndose aquello cada que salía de casa y llegaba a ese punto.

"No es nada importante" se autoconvenció y se sentó justo en el mismo asiento de todas esas semanas.

"No hay razón particular" fue el último pensamiento, y ella arribó al tren.

Hace 3 semanas que Merlina cambio su ruta directa para ir a su trabajo, hace 3 semanas que se le había ocurrido cambiar un poco su rutina, desde hace 3 semanas no dejaba de sentarse en ese asiento, desde hace 3 semanas no paraba de mirar a esa chica rubia.

Bostezaba de ansiedad cada que sus ojos chocaban, eran color azul, un tono muy diferente en su vida de matices grises y blancos.

Así que abordo, se sentó en el mismo lugar de siempre, miró a la chica y como de costumbre soltó un suspiro, su acompañante cerro los ojos como si quisiera evitar el llanto, Merlina aparto la vista tal vez la intimidaba mucho al mirarla tan fijamente, notó entonces, pese a la distancia que las separaba como las manos de la chica temblaban. Fue ahí cuando la rutina que llevaban se rompió y Merlina escucho como la chica tartamudeaba su nombre, claro que Merlina tenía la mala costumbre de llevar puesto el gafete de identificación de su trabajo (de otra manera lo olvidaba) pero eso no le importaba en ese momento, como un imán su cuerpo se levantó aproximándose a la rubia.

—Yo no te conozco, pero creo que te echaba de menos.

La chica la miró sorprendida y avergonzada, no era su intención llamar su atención de esa manera, la vergüenza le corría por el rostro entre matices carmesí mientas tartamudeaba aún más sin saber que decir. Merlina tomó asiento a su lado.

—Desde hace tiempo tomó este tren, que tarda más en llevarme a mi destino.

Merlina no tuvo idea en ese momento que aquel extraño encuentro, la llevaría a acercarse cada vez más a esa chica. La cercanía llego a rebasar por mucho los centímetros que las separaban cuando se sentaban juntas en el tren. La vida de ambas cambio.

Aunque no siempre para bien.

Aquel 11 de marzo, Merlina tomó esa mano, que jamás pensó que iba a tocar y veía como esos ojos azules perdían color y apagaban su luz, una suave mano escalo por su rostro detallando cada facción, pasando por sus ojos, su nariz, sus orejas... y sus labios, labios que se impactaron contra los de su acompañante, un beso valiente, pues su rubia jamás se había atrevido a tanto, sus labios deshidratados y resecos le dieron el mejor beso de su vida, no soporto más cuando se separaron.

—Te quiero, Enid. —dijo, para ver una sonrisa y recibir un aliento, su último aliento.

October Change WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora