Capítulo 25

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El plan funcionó perfectamente los guardias de la puerta no protestaron al ver que se trataba de mi obstetra la que me llevaba a realizarme los exámenes. En cuanto llegamos a la sala de Ultrasonidos mi amiga me sacó por la puerta de atrás donde un amigo suyo me estaba esperando para ayudarme, también me prestó un dinero para que pudiera subsistir por unos días, antes de irme tuve que hacer algo para evitar que sospecharan de ella, así que la golpeé en la cara para dejar un moretón y le inyecté un sedante para que así la encontraran desmayada.

Lo demás fue un poco más difícil, como no tenía ni identificación ni pasaporte conmigo no podía viajar en avión, además de que creo que Ángel se enteraría de inmediato si pusiera un pie en algún aeropuerto, entonces la idea fue del amigo de Lilian;  mi huída fue en un barco de carga que cargaba mercancía hacia la ciudad, pagamos una buena cantidad para que un suboficial me escondiera en su camarote y después de hacer parada en Honolulu y largos días de viaje después al fin embarcamos en San Francisco dónde tomé un autobús tras otro hasta llegar a Julian un pequeño pueblo en el sur de California dónde residen los tíos de mi amiga quienes me esperaban con una pequeña casita de alquiler cerca de su vecindario.

Fue difícil conseguir algo de trabajo sin papeles, parecía una ilegal sin ningún documento de la universidad o siquiera el bachiller, fue la tía de Lilian la que me conseguió un trabajo como cantante en su pequeño restaurante donde ahora canto todas las noches, la tía de Lili es una mujer dulce y amable, le he tomado gran cariño, pero pese a que ya han pasado meses no logro hacer vínculo con nadie en realidad, temo que si me involucro afectivamente con alguien va a descubrir mis secretos desde cómo me llamo hasta por qué estoy aquí, así que me mantengo alejada de todos dando la apariencia de tímida por lo que sus intentos de integrarme del principio ya han ido disminuyendo al comprender que no me siento segura al hacerlo.

Los primeros meses fueron realmente difíciles, lo extrañaba tanto que sentía que en cualquiera sitio lo veía, y eso me alegraba tanto como a la vez me aterraba, me daban unos ataques de pánico espantosos, la angustia de no saber si hice lo correcto me carcomía el alma y no me dejaba dormir por las noches, al final por cansancio me dormía llorando y me despertaba en igual estado, comencé a vomitar todo y más de lo que comía como si mi bebé resintiera que la hubiera alejado de su papá, tomaba el teléfono en mis manos y pensaba en llamarlo pero era la imagen de Vanessa la que me impedía marcar su número, luego terminaba en el suelo sollozando y lamentando todo lo perdido. Tuve que ir a terapia con un psicólogo ya que los ataques de pánico comenzaron a hacerse más frecuentes y me ocurrían en cualquier sitio a dónde fuera, lejos de mejorar cada día empeoraban más, y me asustaba la idea de llegar a atentar contra mi propia vida, así de rota me dejó perderlo.

Pero no fue mi psicóloga la que me rescató de ese infierno en el que estaba sola sin mi Lucifer, fue mi hija.

Scarlett nació prematura a los ocho meses de embarazo, el estrés y la depresión provocó eso además de una anemia de la cual padecí luego del accidente y que amenazaba con hacerse crónica.

Estuvo dos semanas en el hospital y luego le dieron el alta, ella me salvó desde el instante en que la tuve en mis brazos. Es la viva imagen de su padre, con unos ojos zafiros y su cabello negro aunque mi pequeña es de tez tan pálida como yo. Es la bebé más tranquila del planeta desde el inicio tenía que despertarla para darle de comer, raramente lloraba por lo que cuando la escuchaba llorar sabía que algo le estaba molestando, a las pocas semanas de nacida tuve que llevarla a mi trabajo e increíblemente pese a lo que pensé el ruido de la música a altas horas de la noche no interrumpía su sueño, como no contaba con alguien que me ayudara a cuidarla mientras cantaba la mantenía en el escenario justo detrás de mí en su pequeñito coche dormida como el angelito que es.

Scarlett alza sus manitas divertida para que la sostenga en mis brazos, por lo que lo hago gustosa. Está más pesada cada día, ya cumplió sus ocho meses.

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