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—Bueno

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—Bueno... Para comenzar, no me llamo Ten —el tailandés sonrió un poco —Ese es sólo el nombre que mis padres adoptivos me dieron.

—... ¿Adoptivos? —Tae frunció el ceño tras repetir y el otro asintió con la cabeza.

—Quizá sea de mis mayores secretos... Solamente mi mejor amigo, mi psiquiatra y mis padres lo saben... Y ahora tú también.

El coreano arqueó las cejas sintiéndose algo extrañado.

—Bueno, debo admitir que siento mucha presión ahora...

—¿Te sorprende? —preguntó Ten y el otro negó.

—¿Por qué lo haría? No me puede alarmar menos —aclaró Taeyong —Noté que no te pareces demasiado a tu madre... Es sólo que no sé como me hace sentir el hecho de que me cuentes algo así a mí, es decir, hace poco que nos conocemos...

—¿Y eso que? Podría parecerme a mi padre, ¿no? Y quizá no nos conozcamos demasiado pero estamos en el proceso.

Taeyong rió dándole la razón y guardaron silencio hasta que Ten decidió hablar otra vez.

—Nací en Bangkok, Tailandia en una familia humilde del campo —empezó a explicar —Hay una zona allí que se llama Old Town, es rural pero bastante turística, allí vivía con mis padres y hermanos mayores.

—Pero y entonces, ¿Cómo terminaste aquí? —interrogó el coreano.

—Papá desapareció y dejó a mamá con nosotros. Ella no podía encargarse sola y en medio de su necesidad conoció un día a mis padres adoptivos —explicó Ten —Ellos estaban por allí de vacaciones y quedaron enamorados de mí apenas me vieron, así que, conscientes de la situación de mi madre, ofrecieron mucho dinero a cambio de llevarme.

—¿Y por qué querrían tus padres adopitivos llevarte a su casa desde Tailandia?

—Mi madre adoptiva no puede tener hijos y en ese momento mi padre adoptivo anhelaba un niño —comentó el pelinegro y se encogió de hombros —En todo caso, mi madre biológica no recibió el dinero pero dejó que me fuera con ellos rogando por mi futuro y bienestar. Mis otros hermanos también fueron adoptados o se fueron a vivir con tíos a cambio de trabajo.

—Ya veo... —Tae soltó un profundo suspiro sorprendido —Si que suena como a historia de película.

—Sip... —Ten bufó con fuerza y prosiguió —Llegué a corea siendo apenas un bebé. Tenía niñera todo el dia y sólo veía a mis padres en la noche porque siempre estaban trabajando. Como no sabía hablar el idioma entré a clases de coreano intensivo y también aprendí inglés, mandarín, japonés, artes marciales, baile, modelaje, natación y vóleibol... Imagínate lo tedioso y agotador que es para un niño acostumbrado a jugar con barro y comer algas con arroz, tener tantas responsabilidades de un momento a otro.

Taeyong se limitó a mover su cabeza de arriba a abajo para permitirle al otro seguir hablando.

—Pese a ello también estaba encantado por tantos lujos... Tenía todos los juguetes que quería, una piscina enorme en casa, comida a montones, ropa con aroma delicioso, mascotas, amigos, era un sueño todo... Hasta que comencé a crecer y gané más conciencia. Ya sentía que por mucho que me esforzara nunca les gustaba lo que yo hacía o decía, todo para ellos estaba mal hecho si se trataba de mí, entonces comencé la secundaria y ahora debía comenzar a centrarme más en el exámen de la universidad aunque faltaran muchos años. Comencé a leer casi cinco libros a la semana, tomaba clases intensivas de gramática, lenguas modernas, matemáticas, debate, ortografía, ciencias... Tenía entrenadora, nutricionista, estilista, mis padres me hablaban cada vez más sobre su trabajo y me recalcaban que debía seguir sus pasos. Sentía que me ahogaba cada vez más en mi solitaria casa...

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