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Taeyong estaba de pie en la salida del colegio mirándo entre el montón de estudiantes que partían hacia sus hogares a ver si lograba encontrarse con Ten

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Taeyong estaba de pie en la salida del colegio mirándo entre el montón de estudiantes que partían hacia sus hogares a ver si lograba encontrarse con Ten. Estuvo allí varios minutos hasta que tiempo más tarde comenzó a ver a los amigos del pelinegro y a él junto ellos, conversando con Sujin y YangYang.

Pensó en acercarse y tuvo la intención de hacerlo pero se contuvo cuando vió que este se despedía del resto y se aislaba para al parecer empezar a buscar a alguien, así que aprovechó hasta que estuvo sólo y fue con él.

—Oye... —pronunció acercándose por la espalda y el otro volteó a verle.

—Te estaba buscando, pensé que ya te habías ido —dijo Ten, dijiriendo sus primeras palabras del día hacia él.

—No... ¿Cómo iba a irme? Tenemos algo importante por hacer aún —Tae apretó la mandíbula —Aunque hubiese sido mejor si hubieras contestado mis mensajes.

Ten puso los ojos en blanco e hizo una bombita con la goma de mascar sabor menta que tenía en su boca.

—¿Tienes el dinero? —interrogó el coreano y el contrario asintió de mala manera —Ni siquiera me permitiste contarlo, Ten, esto también me incumbe a mí...

—¿Crees que a estas alturas de mi vida no sé contar dinero o qué?

—Pero te podrías haber equivocado o algo... Además, ¿Cómo sé que sí tienes los 5.8 millones y no menos y no irás conmigo a rogar por tu vida donde el jefe?

—No sé, tendrás que esperar —contestó Ten a secas —¿Dónde nos recogerán? Tengo cosas por hacer más tarde.

Taeyong suspiró y tomó su teléfono negro para escribir algunas cosas y revisar un chat.

—Vamos... —indicó al pelinegro —Nos esperan cerca.

Ambos salieron del colegio y caminaron en silencio un par de cuadras hasta ver una camioneta gris oscura a la cual se acercaron e identificaron con el conductor, quien les indicó subir y los llevó hasta un lugar remoto.

Tras conducir por minutos, el hombre se estacionó frente a una casa rural en una zona desconocida para ambos. Allí, un par de hombres los guiaron hasta adentro y les hicieron esperar en el living hasta que el señor Kim ordenó hacerles pasar al despacho. 

—Bienvenidos —exclamó de brazos abiertos con serenidad y se levantó de su asiento giratorio —Hace poco nos vimos, pero es bueno ver a tus trabajadores de vez en cuando... ¿Cómo seguiste, Ten? Creo que fue la resaca más larga de toda tu vida.

El tailandés forzó una sonrisa e hizo una corta reverencia como saludo y muestra de respeto.

—Estoy bien señor.

Kim asintió lentamente.

—¿Y tú, Taeyong? ¿Has logrado enmendar el lío con las chicas que se dió a raiz de todo este incidente?

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