Nada me hubiera preparado para encontrarme con un pasillo de lo más normal ahí abajo en las alcantarillas. Parecía el pasillo de un hotel o un edificio de oficinas, con sus paredes en tono blanco hueso y el piso alfombrado en gris. También estaba perfectamente iluminado con luces fluorescentes en el techo. Después de haber pasado por los túneles húmedos a oscuras, el pasillo definitivamente se sentía mucho más acogedor, además de cálido.
Edythe, en cambio, no parecía estar nada cómoda ahí. Seguía tensa y miró con aprensión a John, que nos esperaba al final del pasillo junto a las puertas de lo que parecía ser un ascensor. Archie pareció contagiarse de la tensión porque se puso a mi lado y ambos caminaron como una especie de guardaespaldas mientras nos dirigíamos al ascensor. Escuché la gruesa puerta de madera cerrarse a mis espaldas, seguida del chirrido de otro cerrojo.
Cuando llegamos, John apretó un botón y el ascensor se abrió para nosotros. Me sentí como en un cuadro surrealista encerrado subiendo quién sabe a dónde en un ascensor con cinco vampiros, dos de ellos inquietos y los otros tres relajados al sentirse nuevamente en casa. Los tres Vulturis echaron hacia atrás sus capas y dejaron caer sus capuchas, permitiéndome observarles el rostro.
Tanto Flavia como Damaris tenían el rostro oliváceo, lo que se veía un poco raro combinado con su palidez de vampiro y sus ojos de un iris rojo intenso. Flavia tenía el pelo lacio y negro cortado más largo adelante que atrás, apenas le rozaba los hombros. Damaris en cambio, lo tenía castaño oscuro, ondulado y más largo, amarrado en una coleta. Debajo de sus capas grises llevaban ropa blanca y moderna. John jamás cambió la expresión aburrida de su cara.
Edythe siguió acariciando mi espalda, pero sin apartar la mirada de John, nerviosa.
Salimos del ascensor y la idea de encontrarme en un hotel volvió a mi mente. Parecía una recepción elegante, con las paredes con molduras de madera y la alfombra del piso, esta vez de color verde oscuro. En vez de ventanas, había cuadros que reflejaban el paisaje italiano. Incluso habían puesto unos sofás de cuero claro y mesitas con jarrones y flores naturales. Además, como en una verdadera recepción, había un mostrador de madera con un recepcionista detrás de él, listo para recibirnos.
Era alto, de piel morena, una barba oscura incipiente y ojos verdes. Y humano. Muy humano.
El recepcionista esbozó una amable sonrisa e inclinó levemente la cabeza al saludar.
—Buenas tardes, John —dijo educadamente, sin mostrar sorpresa alguna por la presencia de Edythe y Archie, ni siquiera por la mía, aunque debía verme desastroso.
—Gianni —saludó John también moviendo ligeramente la cabeza, antes de proseguir caminando hacia otra puerta.
Al pasar frente a Gianni, Flavia le sonrió de forma coqueta y él le respondió guiñándole el ojo. Me sorprendió que pareciera tan cómodo encerrado en una guarida de vampiros.
Al otro lado de la habitación nos esperaba otra vampira joven, con la capa del mismo tono que la de John. Parecía haberlo estado esperando justamente a él porque le tendió la mano y se saludaron dándose un beso en cada mejilla. Fue entonces cuando vi el enorme parecido entre ellos, aunque ella tenía el cabello un poco más oscuro y largo. Debía ser su hermana, incluso podrían ser gemelos.
—John, te enviaron a buscar a uno y volviste con dos, qué sorpresa... ¡oh! dos y medio —bromeó la chica al reparar en mi presencia —. Buen trabajo.
John por primera vez desde que nos encontró en el callejón, mostró algo de emoción y le rio la broma con una risa sincera y cantarina, como la de un niño en un juego.
—Bienvenida de nuevo, Edythe —la saludó la vampira —. Te ves de mejor humor ahora.
—Gracias, Alex — contestó ella con voz monótona. Se veía de un humor terrible, así que no supe interpretar la broma de la chica, que siguió hablando entusiasmada, ahora mirándome a mí con interés.
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Luna Nueva (Versión Vida y Muerte)
Teen FictionBeau ha pasado el mejor verano de su vida en compañía de su novia Edythe. Sin embargo, enamorarse de una vampira tiene sus peligros, y no tiene ni idea de que lo peor está por llegar.