El regreso

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Damaris nos condujo de vuelta hasta el área de la recepción donde Gianni seguía de pie, sonriente tras su mostrador. Noté que había música suave saliendo de unos altavoces, seguramente por los nervios no la había escuchado antes.

—No salgan hasta que oscurezca —nos recordó Damaris, antes de despedirse con una inclinación de la cabeza y dirigirse al festín.

Edythe siguió empujándome hasta llegar al sofá más alejado de Gianni, con la esperanza que así pudiera escuchar menos de nuestra conversación.

—Beau, ¿estás bien? Estás helado —se contestó a sí misma mientras se sentaba a mi lado y volvía a pasarme la mano por la espalda —. Maldito lugar frío, debimos haber salido antes.

—Toda esa gente... —murmuré aún en negación. Archie se quedó de pie, a mi otro costado.

—Lo sé, es horrible. No esperaba que presenciaras eso —siguió frotando su mano en un intento de calentarme mientras murmuraba en voz baja—. Es una de las cosas de nuestro mundo de las que quería protegerte, precisamente.

Gianni salió del mostrador y se acercó a nosotros, sonriendo como todo un profesional en servicio al cliente.

—¿Necesitan algo? —preguntó educadamente. Nos miraba tratando de transmitir empatía y cercanía a la vez, y no parecía estar preocupado por estar tan cerca de dos vampiros que claramente, no estaban en su mejor momento.

—No —le espetó Edythe con frialdad, pero antes de que Gianni pudiera volverse para regresar a su lugar, ella cambió de opinión —. Espera, ¿será posible que tengas alguna de esas horribles capas de repuesto en tu mostrador?

—Sí tengo. ¿Algo más? —contestó contento. Al parecer le alegraba poder ayudar.

—¿Tal vez un té muy caliente? —aventuró Edythe, con el alivio impreso en su voz.

—Traeré uno de mi reserva personal —le prometió Gianni.

Esperé a que estuviera lo bastante lejos para hablar sin que pudiera escucharme.

—¿Está consciente de lo que sucede aquí? —susurré a Edythe.

—Plenamente.

—¿Y sabe que planean convertirlo en la cena algún día?

—También. Pero se queda con la esperanza de ser convertido —contestó con el rostro inexpresivo.

Eso me horrorizó.

—¿Cómo puede desear convertirse en uno de ellos? ¿Cómo puede ver desfilar por aquí a toda esa pobre gente y desear ser parte de eso? Es monstruoso...

Edythe no contestó, pero su rostro se entristeció visiblemente. Me pregunté por qué y me di cuenta de que había dicho algo que podía ser ofensivo, después de todo, aún con su dieta vegetariana había hecho lo mismo que ellos en algún momento.

—Edythe, lo siento, no quise decir eso —murmuré arrepentido.

—Está bien, tienes derecho a decir lo que piensas —susurró, pero rehuyó mi mirada.

Entonces hice algo que llevaba muchos meses deseando hacer: abrí mis brazos y la atraje hacia mí. Ella apoyó su cabeza en mi pecho y eso pareció reconfortarla un poco. Se movió hasta poner su nariz en mi cuello y respiró profundo, suspirando después. Cerré mis ojos y por unos segundos me permití pensar que todo estaba bien, que todo era como antes.

—No me lo vas a creer, pero me siento feliz ahora —le susurré en el oído.

—Yo también, y es que tenemos razones para estarlo —contestó con la voz muy baja —. Seguimos vivos, por ejemplo.

Luna Nueva (Versión Vida y Muerte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora