Sus padres nunca pensaron que cuando el regalaron su primera cámara de fotos iba a convertir a su hijo en un buen fotógrafo. Pero Tom Kaulitz era un chico que obtenía todo lo que se proponía. Aplicado en sus estudios, dedicaba su tiempo libre a estudiar todo lo relacionado con el mundo de la fotografía y con 20 años ya era un experimentado fotógrafo que con el paso del tiempo iba camino de convertirse en uno de los mejores.
Por eso le extrañó que Robert Miller, el famoso diseñador se le acercara en uno de sus desfiles y le diera su tarjeta sin preguntarle quien era. Le dijo que le quería ver al día siguiente en sus oficinas, y hacía allí se dirigía a primera hora de la mañana.
Las oficinas de Robert Miller se encontraban en uno de los mejores edificios de Berlín, en pleno centro. Él tenía un modesto apartamento al otro lado de la ciudad, no era gran cosa pero estaba bien. Lo compartía con un compañero de trabajo, Andreas, que aspiraba a ser modelo.
Le había conocido en una de sus salidas nocturnas y ya la primera noche terminaron juntos en la cama. Él era así, no pasaba una noche en la que no saliera. Siempre había una fiesta de trabajo a la que acudir llena de modelos en busca de un fotógrafo que los descubriera.
No le decía que no a nadie, ya fuera chica o chico. Con Andreas era algo distinto, llevaba ya un mes compartiendo apartamento con él. Lo que empezó como un rollo de una noche se convirtió un rollos esporádicos y como no tenía donde ir, le dio pena y le ofreció una habitación, aunque casi siempre terminaban compartiendo su cama.
Se ayudaban mutuamente, Andreas se ocupaba del apartamento cuando él trabajaba y a cambio él le fotografiaba ampliando así su book de fotos. Ya desde el primer momento le hizo algún que otro desnudo, eran sus especialidades. Tras acostarse juntos, no había ninguna clase de timidez entre ellos.
Por eso, desde que le dijera donde iba a buena hora de la mañana no se le había despegado de los talones tras levantarse de la cama.
—¡Robert Miller!—gritó Andreas saliendo tras él—Pero... ¿sabes quién es?
—Un famoso diseñador, lo sé—contestó Tom entrando en el baño.
—Es el mejor—apuntó Andreas—Tiene una agencia de modelos, podrías llevarle mi book a ver que tal...
—Voy a una entrevista de trabajo, espera primero a ver si me lo dan—murmuró Tom tratando de mantener la calma.
—Seguro que si—asintió Andreas con firmeza—En cuanto vean tus obras de arte se arrodillarán a tus pies rogándote que trabajes con ellos.
Sonrió ante su comentario. Era bueno, para qué negarlo. Suspiró y entró en la ducha, si no se daba prisa llegaría tarde y no estaría bien visto.
—Te voy preparando el desayuno—dijo Andreas dejándole al fin a solas.
Corrió a la cocina y mientras que Tom se duchaba y vestía preparó café y un par de tostadas.
—Se nos ha acabado el café, lo compro luego cuando salga—dijo Andreas ofreciéndole una taza nada más entrar por la puerta—¿Necesitas algo más?
—No, gracias—contestó Tom bebiendo su café.
Cogió una tostada que se comería por el camino y se despidió de Andreas besándole en los labios con toda naturalidad. Sobre la mesa del recibidor había dejado ya preparada su carpeta con sus mejores fotos que quería mostrarle al señor Miller. Se puso su cazadora de cuero negra y tras colocarse sus largas y morenas trenzas, salió del apartamento rumbo a las oficinas de Robert Miller.
Llegó con media hora de antelación. Dunja, secretaria del señor Miller le pidió amablemente que esperara y le ofreció un café que Tom aceptó. Se sentó en un amplio sofá a esperar viendo la gente que pasaba corriendo de un lado a otro. Había mucho trabajo ya desde primera hora de la mañana, ayudantes de diseño corrían hacia el almacén a ver si habían llegado las telas pedidas para la nueva colección que iban a sacar en breve. También pasaron algunos modelos hacia maquillaje o peluquería. Les sonaba algunos de vista, otros eran nuevos y parecían tan perdidos como él en ese gran edificio.
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Un amor verdadero
FanfictionBill: 25 años, lleva desde los 19 con un prestigioso diseñador mucho mayor que él pero al que ama con todo su corazón, más en esos momentos en que está gravemente enfermo. Tom: 25 años también, no sabía en el lío en que se metía cuando vio pasar a B...